Pocas veces la política local tomó una dimensión tan global. Frivolidades por lo tanto las menos en vísperas de unas elecciones norteamericanas tan trascendentales para el futuro de la humanidad. Te dirán que importa poco quién gane el miércoles, pero podemos preguntárselo si es así a la madre que espera en México volver a pasar la frontera para reencontrarse con su hijo pequeño, al inmigrante que vive un “sin vivir” por miedo a que le devuelvan al horror de donde vino. Vayamos a interrogar a quien se ha quedado sin el “Obama care” y no puede llamar a la puerta de un dispensario y menos de un hospital.
Te dirán que importa poco que sea Trump o Biden el futuro presidente, pero vayamos a por la opinión de las ONGs que trabajan en el África profunda y aguardan que los EEUU vuelvan a apoyar la FAO; vayamos a indagar entre los famélicos hermanos a quienes esta gran Agencia de la ONU aporta su elemental sustento. Acerquémonos al parecer de quienes se benefician de los programas de alfabetización por todo el llamado tercer mundo patrocinados por una UNESCO de la que Trump se ha descolgado.
Te dirán que lo mismo da “arre que so”, pero averigüemos lo que piensan al respecto los arquitectos de las relaciones internacionales, los mandatarios que se esfuerzan en el multilateralismo, en el equilibrio de fuerzas, en hacer de éste un mundo de más paz. Preguntemos a los ciudadanos cubanos que ven todas las esperanzas de acercamiento a la primera potencia frustradas, a los iraníes que se encuentran constantemente amenazados, a los palestinos que observan impotentes cómo Jersusalén será cada vez menos una ciudad compartida.
Te dirán que el martes es un día cualquiera, pero vayamos a contárselo a esa verdad zaherida por la mentira convulsa, a esa mesura y honestidad olvidadas por la ofensa a golpe de convulsivo “tuit”, de discurso deslenguado. Podemos preguntárselo a las mujeres a las que el presidente ha vejado; a los periodistas que continuamente ha faltado, a los políticos honestos que en su equipo han durado apenas unas horas; a los ciudadanos de color que observan cómo su presidente no condena a los supremacistas armados…
Te dirán que “tanto monta, monta tanto” republicanos y demócratas, pero les responderemos que esto va de a poquitos, que los cielos no se asaltan de repente. La política es el arte de lo posible. Biden no colma nuestro entusiasmo, pero cierra la puerta al mal entendido como falta de respeto, como ley del más fuerte, como “sálvese quien pueda…”; acaba con el disparado histrionismo y egoísmo que ha ocupado la Casa Blanca durante cuatro largos años.
Te dirán que no hay diferencia alguna entre unos y otros, pero sondeemos a la Tierra nuestra madre. Nos confesará quiénes velan por ella y quiénes sólo piensan en explotarla, en sacar de ella el mayor beneficio, aún a costa de su destrucción. Llamemos a la puerta de los ecologistas o simplemente de los artífices de los urgentes acuerdos multinacionales sobre el cambio climático de los que el actual presidente se ha desmarcado.
Te dirán que el miércoles es mejor apagar los noticiarios, pero en ese día nos acordaremos de una humanidad que necesita líderes de paz y no “matones de barrio” colmados de inmenso poderío. Tendremos presentes a tantas naciones que también quieren ser grandes a su manera y que aspiran a su legítimo lugar en medio de este apretado mundo.
Con Trump la amenaza pende sobre la democracia estadounidense y la cooperación internacional. Los vetos migratorios se afirman, el proteccionismo se exacerba, los muros se alargan y las esperanzas de un mundo mejor palidecen. Cuando se trata de valores que se desprecian, de conquistas que peligran; cuando el conjunto de la humanidad se la juega en exceso, es preciso tomar partido. Ahora no toca permanecer encogidos de hombros.