El acto más importante en el mundo es la oración. Nos une con el Señor y nos introduce en la vida divina. A través de ella, aprendemos el significado de la vida superconsciente. La oración es una meditación y una forma de comunicarse con la conciencia divina. Hagas lo que hagas, vayas donde vayas, debes mantener tu conciencia despierta y unirte constantemente en el mundo razonable; eso es lo que significa orar. Si uno piensa que para orar uno debe permanecer de pie durante horas susurrando palabras, este es un acto mecánico y sin sentido que no produce resultados. ¡Vive con la conciencia de que Dios está en ti! Aquí es donde reside el poder de la enseñanza divina. Al transmitir esto a ustedes, deseo despertar en vosotros lo Divino para que se conviertan en conductores del amor de Dios y se lo den a los demás.
Aspira a complacer a este Dios que está en ti y que siempre apoya tu intelecto, tu corazón, tu alma, tu espíritu. Aspira a ser leal a él. Si cometes un error, tú eres el primero que te lastimas; se consciente de tu error y corrígelo. A menudo somos desobedientes y obstinados, insistimos en que nuestros deseos se cumplan sin saber lo que su realización nos traería. Cuando insistimos mucho en que se nos dé lo que queremos,
Dios dice: «Dadle lo que desea», pero entonces se alejará. Cuando oras, debes pedirle al Señor, aquello que nadie más puede darte: un corazón tan puro como el cristal, un pensamiento tan luminoso como el sol, un alma tan vasta como el universo y un espíritu tan poderoso como Dios y unido a Dios.
La oración es una energía que el discípulo usa para protegerse. Orar es dirigir el intelecto, el corazón, el alma, el espíritu, a la fuente de vida de la que hemos salido. La decadencia de la humanidad actual se debe a una profunda causa interior: el abandono del principio primordial del que provienen todos los seres. El alma humana necesita alimento espiritual interior, que sólo puede ser adquirido a través de un pensamiento elevado, concentrado por la unión con Dios.
La oración no consiste en pronunciación mecánica. Cuando el discípulo ora o cuando piensa, debe haber algo en su consciencia y en su intelecto benéfico, hermoso, que sea su ideal, permanentemente. A veces escuchamos: «Soy un hombre libre, ¿por qué tengo que orar?» Este razonamiento no tiene sentido porque lo real en el mundo, lo absoluto, está en la unidad de la vida. El que abraza todo nunca nos olvida; ni debemos olvidarlo. Muchos creen que la oración es una práctica humillante para el hombre educado. Pero en realidad, si uno estudia la vida del genio o del científico, se da cuenta de que, de principio a fin, es sólo una larga oración. La oración del genio es la idea sublime que lleva dentro de él y por la cual desea llevar algo al mundo, a la vida. La existencia del genio, como la del santo, es completamente altruista.
Beinsa Douno.