Una de las realidades de la vida del discipulado es su unión interior con la fuente de todo lo que vive, con el Creador, con Dios. Esta unión se hace por el pensamiento, concentrado, puro, elevado que se define por la palabra «oración». La oración consiste en transmitir con precisión, con claridad e intensidad, los pensamientos, deseos y sentimientos más sinceros y puros. El que ora de esta manera ha comprendido el sentido interior de la vida y el vínculo entre todos los seres.
En el lenguaje contemporáneo, no hay un término específico para expresar la gran idea oculta en la palabra «oración».
La oración también puede consistir en el acto de respirar, realizado conscientemente y con un sentimiento de amor por el aire y sus beneficios, y de gratitud a Dios por todo el bien que nos dispensa. Aquellos que están dispuestos a sentir su vida interior de una manera intuitiva serán capaces de comprender mejor el significado profundo de la oración.
Por la mañana, al amanecer, mediante ejercicios de respiración profunda pensando que estás unido a Dios y reconociendo sus cualidades, su fuerza, su bondad, entraras en armonía de su presencia y
pensamiento todopoderoso. A través de esta oración-respiración matutina, el discípulo, en sintonía con la gran sabiduría divina que lo dirige todo, se sentirá mejor preparado y listo para realizar las tareas que le esperan a lo largo del día.
Practicar en emplear el uso de ciertas palabras que lleven acción y luz. Si pronuncias, por ejemplo, la palabra «escuchar», tu intelecto, corazón y la voluntad, empezaran inmediatamente a trabajar por ti.
Ante una dificultad, puedes exclamar: «¡Señor, escúchanos!» Entonces Dios responderá a tu oración: Su intelecto y su Voluntad, comenzarán a trabajar por ti.
Cuando un discípulo entra en una casa, el conscientemente trae la bendición divina. Si se da cuenta de que alguien está actuando mal, o cometiendo un pecado, guarda silencio y no lo juzga, sino que ora intensamente por él. Su ardiente oración es recibida, y un poco tiempo después pasa que el pecador toma conciencia de su actitud y se corrija a sí mismo.
El discípulo destierra la ofensa, el juicio, la crítica, el descontento, las mentiras, la violencia… Al vivir así, la pureza de tu corazón y el intelecto está salvaguardada. Orar a Dios no es un sustituto para el estudio de las lecciones de la vida, ni del cumplimiento correcto de nuestras tareas. La oración es el aliento de nuestra alma, pero aprender las leyes de la vida ascendente es también un proceso de sabiduría que se logra en nuestro intelecto. Si tienes amor, Dios te concederá antes de que se lo pidas. Hay una ley en la naturaleza: no a hay necesidad más primordial de que tu alma se llene, sea asistida por el mundo razonable. Si actúas sabiamente y diriges tu pensamiento al mundo supremo, siempre habrá alguien que capture tu pensamiento y venga y te ayude. Pero para eso, necesitas una fe real. Una idea divina en ti atrae los buenos pensamientos de elevados seres y luego estos seres os asisten, os los prestan.
Beinsa Douno.