Estábamos contemplando el lago, morada de hipopótamos, bajo el hechizo de los juegos y las risas de los niños las cuales, rasgando el sosegado silencio, cubrían sus aguas como el más suave y aterciopelado manto.
Según iban languideciendo las últimas luces del crepúsculo, iba tomando conciencia de estar en uno de los lugares más hermosos de la Tierra, cuando, de pronto, constato que no es un juego. Aquellos niños habían logrado transformar en diversión una tarea ardua, difícil y fatigosa: proveer a sus familias del más preciado tesoro, el agua.
Una repentina alarma me pilló desprevenida y empecé a temblar presa del pánico. Sabía que los hipopótamos podían emerger en cualquier momento puesto que ese era su hábitat natural, no obstante, pese a los esfuerzos por gritar y alertarles del peligro, no pude pronunciar ni tan siquiera un gemido.
Por unos instantes permanecí absorta, maravillada ante los círculos concéntricos que, como un mandala en movimiento, se formaban en la superficie cuando, súbitamente, de su centro, emergió un niño exultante, portador del gran botín, un barreño rebosante de agua, cuyas gotas se derramaban sin tregua cubriendo de perlas su rostro.
Orgulloso y mostrando su trofeo, empezó a caminar hacia el poblado. Su paso era seguro, desafiante… su orgullo inmenso, llevaba a casa ¡Agua!
Aquel niño no era el único, los juegos y las risas cesaron pues todos los niños, tal y como hacían habitualmente, empezaron a llenar cada uno su balde de agua.
A partir de entonces, de nuevo se instauró el quieto silencio, únicamente roto por la presión que sus delicados pasos ejercían sobre la tierra mojada. La distancia que tenían que recorrer hasta llegar a sus cabañas no era larga pero, sin duda, el peso que llevaban sobre sus frágiles cabezas era excesivo y el dolor que les causaba difícil de soportar.
Queda mucho por hacer, para conseguir que todos tengamos acceso al agua en nuestros hogares.
Rindo mi pequeño homenaje a esta niña que ya es mujer. Sabedora o no, su útero es el más bello canal de luz que quizá un día acogerá un nuevo Ser.
Habitamos en el Planeta Azul.
Somos agua, fluimos en ella, vibramos con ella.
Mi queridísima Elena, tus fotografías y tus palabras dejan huella en el corazón, gracias por todo Ello.
Muchísimas gracias Lola!
Que maravilla forma de contar la vida tienes.
Gracias Meli, feliz de que te guste. Abrazo grande.