Les conocemos como sadhus, renunciantes que un día decidieron seguir el latido de su corazón y abrazando la majestuosa soledad de la Vida se alejaron del mundo material. Atrás quedaron las posesiones, los logros profesionales, los retos, el calor y refugio de una familia, de un hogar…
Con paso firme y decidido, con el coraje de aquel que supo escuchar la voz de su interior recorren la senda del camino espiritual. Y así, desprovistos de cualquier pertenencia, en algunos casos semi desnudos, con tan solo un cuenco en donde recoger las monedas que les permitirán saciar su hambre, caminan y caminan expulsando las tinieblas de la ignorancia, haciendo realidad su sueño.
En el umbral del ghat de Manikarnika, a orillas del Gangâ, en esa línea imaginaria entre lo mundano y lo divino, me topé con esta mirada repleta de sabiduría, compasión y, sin duda alguna, felicidad.