Una cita que se repetía desde un pasado lejano, desde aquel día en el que las agujas del reloj quedaron suspendidas y el tiempo se detuvo con ellas…
Sin vacilar, como cumpliendo un pacto jamás sellado, cada mañana, la vaca se acercaba a aquel puesto en el mercado. Cada mañana, él la esperaba y le ofrecía aquel preciado manjar colmado de amor y generosidad.