Llenan nuestros bolsillos, inundan nuestras mesas. Las maquinitas electrónicas nos rodean. Sin embargo permanecer “on-line” no implicará necesariamente tener entre manos un ordenador, un «smartphone», una «tablet»… A fuerza de conexión digital podemos llegar a perder la genuina conexión. Las pantallas de cristal nos sacan demasiado a menudo de la verdadera Línea, nos pierden en lo banal y efímero, nos privan del Sol y su Luz de eterna Vida.
Sí, yo quisiera estar «on-line» todo el día para saber cuando agitar las alas, cavar la tierra, regar la planta, derrochar el amor… «On-line» para conocer cuando llegan las olas y las oportunidades, las palomas y las flores, los frutos y colores. «On-line» para ser uno con los ciclos y los ritmos de la Madre Tierra y el Cosmos, para que nuestro orden sea parte del Orden, para que nuestro plan se ajuste al Verdadero, al único Plan. Sí, yo quisiera estar permanentemente conectado para no perderme ningún post, ningún «wassap», ninguna señal que llega de lo más Alto…
Sí, siempre “on-line” con los vecinos de la aldea, con el cartero y el lechero, con los geranios del jardín y los zorros del bosque… Quisiera estar en conexión continua y poder entrar en el Google mayúsculo que es cada semilla, cada mirada, cada abrazo; acceder a los Registros de la Luz que encierran lo que somos, fuimos y seremos. Quisiera captar todas las imágenes de desbordada belleza que nos depara la gigantesca pantalla de la vida, desaparecer ante tan arrolladora maravilla, fundirme en la contemplación de ese «Instagram» que todo lo abarca. Quisiéramos tuitearnos con las estrellas, establecer red con otros mundos, entrar en el facebook de otras galaxias…, pero el primer hechizo de la primavera nos saca de línea, tumba la conexión.
Sí, yo quisiera siempre permanecer «on-line». En línea para sentir más allá de la piel, para ver más allá de los ojos, para saborear más allá del gusto. En línea para que los seres celestiales nos frecuenten, para que nuestros pensamientos les nutran, para que nuestra compañía les agrade…, pero a menudo el mundo despista y nuestra mente devanea y los sentidos atrapan. Salimos a la Madre Naturaleza, buscamos» Wiffi» por doquier, pero éste va y viene y no sabemos bajo qué árbol cobijarnos, en qué posición situarnos, para seguir siempre conectados a la Presencia, al Real Ser que nos habita. Buscamos la Señal, pero nos perdemos entre otras pobres señales. La Atención apenas se mantiene. Gracias al silencio y su palabra sin labios y su plegaria sin ruido, nos centramos. Al teclado se iluminan también las rayitas del «Wiffi». Teclear para Su Gloria, para Su Nombre nos coloca en línea de inmediato.
Ahora entiendo la obsesión generalizada de estar «on-line». De lo contrario no nos hallamos, nos perdemos y nunca reencontramos. Sólo en línea somos y respiramos, vemos y oímos, nos recogemos y emancipamos. Sólo entonces el instante se manifiesta pleno, sólo ahí apuramos «el difícil arte de vivir despiertos»… He visto a analfabetos digitales con «Wiffi» desbordado. Sólo los corazones que bombean fuerte obtienen «password», por más que no sepan lo que es una arroba. Sólo el incondicional amor nos proporciona infalible conexión, por más que los dedos no acaricien tecla.
Cada día por un poco más de tiempo, vamos a buscar «Wiffi» del verdadero. Aunque tengamos que postergar otros quehaceres, vamos a volver una y otra vez a la Presencia. Que nada, ni nadie nos saque de esa tan íntima, como imprescindible conexión. Vamos a por esa sola Línea que nos devuelve la verdadera paz y felicidad.