Nunca prohibir; cada quien es libre de poner punto final a sus días en la carne, por más que a luz de las Leyes Divinas ello constituya un error. Nunca prohibir porque la Ley del libre albedrío es siempre soberana, indispensable para la evolución, sin embargo tampoco se deberá fomentar la eutanasia desde instancias de la Administración.
El Estado jamás penalice, pero se quede también al margen de tales cuestiones de íntima conciencia. Libertad siempre, pero podamos avanzar hacia mejores usos de esa libertad. El buen morir no vendrá de una inyección letal que rompe todas las programaciones y los pactos y que acarrea además consecuencias imprevisibles en la vida post-mortem.El “buen morir” es también paz y serenidad en compañía de los seres queridos y puede venir de la sana aceptación de lo que nos corresponde. El “buen morir” no lo representa necesariamente la eutanasia, sino la esperanzada y altruista resignación ante el lastre que hemos ido recogiendo por nuestros caminos. No conviene adelantar unas manecillas siempre sujetas a una precisión que nos desborda. El “buen morir” es también esperar a que esos brazos tiernos de la muerte vengan a recogernos en el momento acordado.
“La dolencia de larga duración ofrece un auténtico tratamiento de belleza para el alma”. Richard Simonetti. La decisión de la partida ya la habríamos tomado antes de encarnar y por lo tanto no deberíamos privarnos de esos tratamientos destinados al abrillantamiento de nuestra alma.
Permitir que la casa se vacíe sin echar al morador antes de que el alquiler expire. Permitir que el soplo se agote, que el corazón ya no bombee, que la envoltura se enfríe… Dejar que la vida física se apague sola, por supuesto sin estirarla más allá de lo debido, pero tampoco sin acortarla. Hay relojes que nunca se adelantan. Al enfermo le pueden sobrar tubos, máquinas y fármacos que prolongan su sufrimiento, pero no le sobra un segundo del tiempo que ha de permanecer de forma no asistida sobre la tierra.
Nuestro Congreso debate por tercera vez una Ley sobre la eutanasia, pero nadie consulta lo que al respecto dicta una Ley que no está escrita ni en la Constitución, ni en los Aranzadis. Es imposible comprender el tema de la eutanasia sin acercarse a la Ley del Karma. Hay copas que hay que agotar, que nosotros mismos decidimos sorber por entero al otro lado del velo. Por nada del mundo las apartemos, no sea que la dosis de dolor aumente al volver a vestir carne.
* Este texto representa una actualización de un capítulo del libro «Por qué te quieres ir». El libro saldrá el próximo mes de la mano de Ediciones Isthar Luna Sol.