REALMENTE TRABAJAMOS PARA LA PAZ?

¡Cuánta gente dice actualmente que trabaja por la paz en el mundo! Pero en realidad no hacen nada para que esta paz se instale verdaderamente. Sólo son palabras… Crean asociaciones en favor de la paz, pero lo hacen sólo para exhibirse, para invitarse entre sí, para distraerse; su vida no es una vida para la paz. Nunca se les ocurrió pensar que, ante todo, las células de su cuerpo, todas las partículas de su ser físico y psíquico deberían vivir según las leyes de la paz y de la armonía, a fin de emanar esta paz para la cual, según parece, pretenden trabajar. Mientras sigan escribiendo sobre la paz y se reúnan para hablar de la paz, continúan alimentando la guerra en ellos, porque, en realidad, están prestos a luchar por una u otra cosa. Entonces, ¿qué paz pueden aportar? El hombre debe instaurar la paz primeramente en sí mismo, en sus actos, en sus sentimientos, en sus pensamientos. Sólo entonces trabaja verdaderamente para la paz.

Cada grupo, cada movimiento religioso, político, artístico, cada país forma un «egregor». Un egregor es un ser psíquico emanado por una colectividad, formado por los pensamientos, los deseos, los fluidos de todos los miembros que trabajan para el mismo fin. Cada egregor tiene sus colores, sus formas particulares: para Francia, el gallo, para Rusia, el oso, etc… Pero ni el gallo, ni el oso, ni el tigre, ni el dragón van a resolver los problemas de la humanidad. Frecuentemente, los egregores se oponen entre sí en los mundos sutiles – algunos clarividentes ven los combates entre egregores – y algún tiempo después estallan las guerras en la tierra entre los hombres… Es necesario, pues, que ahora la humanidad entera forme el egregor de la paloma que aporta la paz.

Omraam Mikhaél Aivanhov

EL EGREGOR DE LA PALOMA. IZVOR 208

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