¿HABÉIS VISTO LAS FIERAS?

¿Habéis visto las fieras? Mientras el domador está con ellas dan la impresión de entenderse, pero cuando se va, se echan unas encima de las otras para despedazarse. Observad los niños en una clase: mientras el profesor está en ella, están tranquilamente en su sitio, pero cuando sale, se mueven, gritan, alborotan. Lo mismo les sucede a las células del organismo: mientras hagáis esfuerzos por dominarlas, aceptarán mantenerse relativamente tranquilas, pero desde el momento en que os ausentéis, es decir, que tengáis la cabeza en otra parte, las molestias empezarán de nuevo. Por lo tanto hay que ocuparse de ellas, lavarlas, alimentarlas, educarlas como si fuesen vuestros hijos, vuestros alumnos. Sí, y cuando hayáis conseguido instruirlas, cuando sepan hacer su trabajo perfectamente sin discutir ni rebelarse, entonces habrá llegado la paz.

En cualquier caso, no os imaginéis que cambiando de apartamento, de amigos, de oficio, de libros, de país, de religión… o de mujer, tendréis paz. La paz no depende de esos cambios. Algo de tranquilidad, un respiro, sí, pero poco tiempo después, allá donde estéis, os asaltarán otros tormentos, porque no habéis comprendido que la paz depende solamente de un cambio en la forma de pensar, de sentir y de obrar. Hacedlo y veréis que aunque sigáis en el mismo sitio, con las mismas dificultades, tendréis paz. Porque la paz no depende exclusivamente de las condiciones externas, la paz viene de dentro y resplandece, os invade a pesar de las turbulencias y temblores del mundo entero. Es como un río que viene de lo alto. Y cuando poseéis esta paz, sois capaces de derramada, de esparcirla como algo real, vivo; hacéis un trabajo sobre el mundo entero aportando esa paz a los demás.

OMRAAM MIKAEL AIVANHOV.

EL EGREGOR DE LA PALOMA. IZVOR 208

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