Naturalmente es terrible no tener dinero, ni nada. Pero si hay que escoger entre las dos perspectivas: poseerlo todo y haber perdido la capacidad de apreciar las cosas, o, por el contrario, no tener nada y conservar el buen gusto, es preferible la segunda, porque cuando tenéis paladar, con lo más insignificante que cae en vuestra boca, os llenáis de alegría y de felicidad. Si hay que escoger, es mejor escoger el buen gusto. Sí, conservar el buen gusto es esencial.
Pero este gusto por las cosas, sólo puede darlo la luz. Cuando encontráis esa luz, todo lo que hacéis: comer, trabajar, pasearas, se convierte en algo delicioso.
Por consiguiente, lo esencial es aprender a trabajar con la luz, de lo contrario la vida resultará incomprensible. Todo está contenido en la luz, y si existe un campo en el que hay que profundizar, éste es el de la luz: lo que es, cómo trabaja y cómo, también nosotros, debemos trabajar con ella.
Y ahora veamos lo que nos revela la Ciencia iniciática: el oro no es otra cosa que la luz del sol condensada en las entrañas de la tierra desde hace millones de años. Los que buscan oro, interiormente tienen una oscura intuición de que se trata de la luz solar, y de que esta luz contiene la vida, contiene el amor… ¡Por lo tanto, los que buscan el oro están justificados! Sí, porque toman el camino directo para encontrar lo que los demás buscan por caminos equivocados y, con frecuencia, peligrosos.
Los hombres buscan el oro instintivamente porque sienten que contiene un elemento divino, una quintaesencia escondida. Un Iniciado no busca el oro, sino que busca la luz, porque sabe que cuando posea la luz, ésta se condensará en él y se convertirá en oro. Lo cual es mucho mejor que tener oro en el armario o en los bolsillos.
Omraam Mikhaël Aïvanhov.