Hay muchos tipos de magia, pero ésta es la magia cumbre, sencillamente porque es grupal, ampliamente compartida. La disfrutarás en el instante en que se consagra en un ancho círculo y de forma sencilla, pura, sincera el alto ideal de la fraternidad humana. No sabemos lo qué ocurre en otros planos cuando brotan esas músicas sublimes y los hermanos se abrazan con infinita ternura. Si somos miopes para las cosas de la tierra, que no decir para las cosas del Cielo. Lo que sí sabemos, porque le consta al mudo observador, es que obra una suerte de suprema teurgia.
“Cada uno de mis actos
es un acto de amor,
para que quien lo goce
sienta el suave susurro
del abrazo de Dios…”
La nueva Tierra surge silenciosa bajo un techado humilde, en la profundidad de la selva en este caso colombiana. Nada grande, nada prometedor, nada cargado de futuro viene acompañado de ruido. Por eso la música es dulce, suave y los abrazos de otra esfera. América Latina no es sólo la de las balaceras, las telenovelas y el narcotráfico que los medios nos presentan como única realidad. La América hermana es sobre todo la que aflora en el corazón de la espesura, donde hermanos como Jorge Calero y los compañeros/as de la ecoaldea Atlántida están haciendo realidad los sueños de todos.
América Latina es polo espiritual, representa seguramente la esperanza más vívida de la humanidad, no porque leamos las líneas telúricas, ni porque nos hayamos graduado en ocultismo, ni porque seamos profetas o adivinos, sino porque le hemos dado “play” a estas imágenes, porque su danza es más del alma y “su abrazo verdaderamente de Dios”. Lo hemos constatado al participar allí de tantos círculos cargados de tanta esperanza. Gracias Jorge, gracias Silvia Murillo por haber traído estas danzas sublimes a España, gracias Maite Pardo por haberlas recogido. Gracias porque las llevamos tarareando todos nuestros días, porque no concebimos otro Cielo en el que no nos cojamos de la mano, en que no latamos en un solo corazón, en el que no volvamos a ser, a uno y otro lado del Atlántico, plenos hermanos.
Aún recuerdo el embrujo de la primera vez que gozamos contigo las “Danzas de Paz Universal”, querida Silvia. Fue en una noche tropical en el «Pozo de las Rosas» cerca de Caracas, allí por el 2004 en el marco del III Encuentro de la Red Iberoamericana de Luz. Enseguida te trajimos a España porque queríamos seguir danzando y abrazando, porque no nos costó mucho entrever que ese tesoro era para la entera humanidad, era otra de las imprescindibles herramientas que necesitábamos para el resurgir del aro sagrado, para el despertar planetario.
Siempre gracias Jorge, siempre gracias Silvia y Maite y sus sucesoras como Vicky y el grupo valenciano… Seguimos danzando, gozando del “abrazo de Dios”; a «cada acto» seguimos encarnando algo del Cielo en esta Tierra bendita. ¡El Amor del Padre-Madre celestial nos mantenga por siempre unidos!