Nadie
vino aquí para quedarse.
Encarnamos en este cuerpo para hacer un viaje, cada uno el suyo. No importa
tanto si el viaje es corto o largo, si nos demoramos y hasta nos perdemos por
intrincados recovecos o si seguimos la clara y brillante estela sin vacilar. Al
final de cuántos caminos hayamos tenido que transitar, siempre encontraremos la
Luz.
Para ella no fue fácil, sufrió muchas penurias, pero nunca perdió la esperanza.
Ahora vive el momento en el que ya casi lo ha logrado. Su rostro está
resquebrajado por los surcos que la sabiduría ha ido perforando con
determinación pero también con ternura y en su mirada solo la paz habita.