Si estamos en condiciones propicias para nuestro desarrollo espiritual, ya no sufrimos. Los ángeles, que conocen las posibilidades más favorables para manifestar su vida interior, son libres. Los santos también, que sufrieron el peor sufrimiento sin quejarse, porque la vida de sus almas ya estaba en una atmósfera divina. Por lo tanto, si sufrimos, debemos dirigir nuestra vida interior hacia planos más elevados. Entonces nos ponemos en unión con los Espíritus luminosos que nos ayudan a liberarnos. Demostraremos así que somos Hijos de la Luz y que hemos utilizado las posibilidades que se nos han dado.
Para un verdadero Hijo de la Luz, tanto el lado claro como el oscuro de la vida necesarios y útiles; en otras palabras, la felicidad y la infelicidad le sirven bien para su evolución. El instructor ofrece a su estudiante no sólo un camino unido, sino también obstáculos que deben ser superados. Las facilidades ayudan a adquirir conocimientos, pero los obstáculos enriquecen la experiencia. El camino del hombre libre no está sin obstáculos, pero los supera fácilmente y continua con su progreso, mientras que el que no es libre no progresa. Esta es la razón por lo que lo Divino, como maestro perfecto, pone a sus hijos con obstáculos que deben aprender a superar; sólo entonces serán libres y fuertes.
A menudo nos quejamos de nuestro sufrimiento, de nuestros pensamientos y sentimientos negativos. Esto no es justo, porque son condiciones diseñadas para madurar nuestra alma, para hacerla dar fruto. Toda prueba, cada circunstancia, nos es enviada a nosotros por nuestro Padre Celestial para que podamos vencerlas y servirnos para llegar a ser fuertes en buenos y espiritualmente ricos. No puede ser de otra manera, porque «el Reino de los Cielos pertenece sólo a aquellos que hacen esfuerzos para conquistarlo.» Y estos esfuerzos son una lucha, «una lucha no contra la carne y la sangre, sino contra los líderes de las tinieblas de este siglo, contra los malos espíritus de la oscuridad!” Al dirigir esta lucha, nos convertimos en Hijos de Luz, y la ayuda del cielo se nos concede. Es esta ayuda la que debemos buscar. Debemos estar listos para ponernos la armadura divina y la armadura de la Justicia, para rodearnos de la Verdad, de ser portadores de la Paz, de llevar el casco de salvación, de agarrar la espada del Espíritu, es decir, de la Palabra divina orando constantemente en el Espíritu. Aprovechando todas las circunstancias, buenas y malas, utilizándolas para nuestro desarrollo, nos afirmaremos como Hijos de Luz, como seres libres, y así es como encontraremos a Dios, la fuente de toda luz. Los Hijos de la Luz viven con alegría y nunca se desesperan.
Beinsa Douno.