Hay Uno que se manifiesta como Amor, como Sabiduría y como Verdad.
¡Hay Uno!
Y toda la Naturaleza Viviente habla de este Uno, de este Gran Uno.
Le llaman Dios, Señor, Padre.
Es Él quien lo llena todo, toda la creación, todos los mundos, todos los sistemas solares, y sin embargo, todavía no se ha revelado. Él no puede revelarse completamente, ni siquiera en toda la eternidad. No contiene todas las formas por las que podría revelarse.
De Sí mismo, el Absoluto, el Inalcanzable, no tiene forma. Él no es “nada”, pero esta “nada” lo contiene todo en sí.
Se limita sin limitarse. Se disminuye sin ser disminuido.
Crea y nunca se agota. Se revela en todo, pero no está en lo que se revela.
Él sostiene todo desde dentro y desde fuera, pero Él mismo no participa en nada. –
Le comparamos con la Luz, la Razón, el Logos. Pero Él mismo no es ni Luz ni Razón.
Luz y Razón – éstas son Sus manifestaciones.
Dios no está presente en el mundo de forma material.
De hecho, cuando un artista pinta un cuadro, ¿está Él en el cuadro? Cuando un escultor esculpe una estatua, ¿está Él en la estatua? El Gran Desconocido se revela como Luz sin sombras, como Vida sin interrupción, como Amor sin cambio, como Conocimiento sin errores, Libertad sin limitaciones.
Y cuando decimos que Dios es Amor, comprendemos que el Amor es una manifestación de Dios. Por lo tanto, dondequiera que haya Amor, dondequiera que haya bondad, que es el fruto del amor, allí se revela Dios.
Cuando hablamos de Dios como Amor, tenemos en mente a ese Ser de quien procede toda vida en el universo y que une a todas las almas vivientes en un todo sin cambiarse Él mismo. Sólo hay un Ser en el mundo que es absolutamente bueno en el verdadero y pleno sentido de la palabra y ése es Dios. Él es siempre bondadoso. En Su benevolencia, Dios no tiene absolutamente ningún deseo de hacer el mal a nadie. Si pasa por delante del más pequeño insecto, le sonríe y le da las mejores condiciones para vivir y desarrollarse.
Beinsa Douno.