Deambulando por las laberínticas calles de Varanasi, donde el hedor de cloaca atascada se mezcla con el perfume de las flores que cubren las parihuelas mortuorias, me estremecí al oír los latidos del corazón de la tierra con una fuerza atronadora jamás vivida.
El sonido gutural del canto de mantras se aproximaba enraizándose cada vez más profundo, a la vez que se elevaba al cielo… cada instante lo sentía más próximo pues los pasos eran firmes, acompasados, enérgicos; eran pasos de hombres que porteaban a sus seres queridos dirigiéndose con determinación al ghat de Manikarnika, el lugar más sagrado y venerado en la India, en donde la vida y la muerte se funden en un cálido abrazo.
Con las parihuelas cubiertas por coloridas guirnaldas de flores, sedas y brocados, bajaron las escalinatas hasta el río Ganges. Allí, depositaron el cuerpo sin vida para rendir el último tributo, un baño purificador durante el cual se entreabre la boca del difunto, permitiendo que penetren en ella apenas unas gotas del elixir que, desde la noche de los tiempos, fluye por el río sagrado.
Previamente ya había tenido lugar la primera de las ceremonias de despedida, cuando el hijo mayor, el encargado de encender la hoguera, se afeita la cabeza y el rostro.
A continuación le siguen una serie de abluciones que purificarán también su cuerpo y, antes de hundir la antorcha en la pirámide de madera que sostiene el cuerpo del difunto, dará tres vueltas a la misma, ofreciendo así su último adiós y permitiendo que la energía sea liberada y se funda en la eternidad del cosmos.
En algunos casos, presintiendo su final, gente de toda la India llega a Varanasi. Algunos casi agonizantes para descansar aquí en el crepúsculo de sus vidas, preparándose espiritualmente para el tránsito. Otros, cuyo último aliento expiró en lugares remotos, tuvieron que recorrer muchos kilómetros, hubo quien hasta miles atravesando el vasto territorio hindú, para finalmente llegar a este reverenciado lugar bañado por las aguas de la diosa Gangâ, la madre dadora de vida, cuyas ondulaciones reflejan la armonía del universo.
A continuación, vi cómo cuerpos sin vida eran depositados sobre pilas de madera dispuestas por todo el ghat.
Aquí llegaron estos seres con el anhelo de ser liberados de la reencarnación, de alcanzar el nirvana. Los sadhus ofrecerán sus últimas bendiciones. Los lugareños simplemente vendrán a honrar el momento, apoyar a las familias y recordarse así mismos lo efímero de nuestras vidas, con la certeza de que quién aquí muere será liberado del ciclo infinito de nacimientos y muertes.
Los dalits o intocables, la casta más baja de la India, serán los responsables de mantener vivas las llamas durante el transcurso de la incineración. Los familiares varones les acompañarán en todo el proceso, hasta que finalmente las cenizas sean arrastradas por el fluir del río, permitiendo que la vida y la muerte entrelazadas emprendan ese último vuelo y se disipen en la eternidad cósmica.
El Ganges acogerá sus restos, entre los cuales, esos mismos dalits, buscarán un destello, algún vestigio de fortuna que resplandezca en la orilla o en el lecho del río: un pendiente, un anillo, un diente de oro… quién sabe, los que dejaron su cuerpo ya no lo necesitan y, sin embargo, a ellos les podría cambiar el rumbo de sus vidas.
Y fue aquí, en el umbral del ghat de Manikarnika, a orillas del Gangâ, en esa línea imaginaria entre lo mundano y lo divino, donde me topé con esta mirada, una de tantas que por aquí habitan, repletas de sabiduría, compasión y sin duda alguna felicidad.
Impresionante ,Elena , que miradas tan diferentes ante la misma situacion , recuerdo mi experiencia que fue muy dura y pense aqui no me gustaria volver, seguro que no era el momento, muchas gracias por compartir , las fotos como siempre preciosas
un abrazo
¡Qué bueno lo que dices Justi! me alegro mucho si, al menos un poquito, he cambiado ese sentimiento con el que regresaste de tu viaje. Un fuerte abrazo.
Elena, gracias por compartir tu obra. Un fuerte abrazo
a ti siempre Loli, gracias!
He leído varias veces tu narración, difícil poder decir nada.
Sólo la comprensión como amigos nos hace entender los sentimientos de quien escribe y vive esos momentos.
Gracias por compartirlo
Gracias a ti siempre Joaquín, tus palabras me llegan al corazón.
Elena , tu relato me transporta a Nepal.
Con mucha paz y alegria de seguir en el rio de la vida y poder disfrutar de la lectura y de tus magníficas fotografias.
Gracias por compartirlo
Qué alegría Marta! me siento feliz de haber reavivado los recuerdos de esas vivencias tuyas en Nepal, sé lo importantes que fueron, como también sé que perdurarán siempre, como las mías! pues de alguna forma cambiaron nuestras vidas.
Un fuerte abrazo.
Tengo que elegir el momento para ver tus reportajes y leer tus artículos. Sé que me van a emocionar, que me van a «sacudir», así que no puede ser cualquier momento. Aprovecho un momento de intimidad frente a la pantalla de mi portátil, para disfrutar de la experiencia.
Tampoco puedo escribir nada justo después, solo puedo disfrutar, reflexionar y dejarme llevar.
Muchas gracias Elena
Gracias por sentirlo así Miguel, gratitud inmensa por expresarlo también. Un fuerte abrazo.
Contado por un fotógrafo que ha vivido muchas veces este lugar y que siempre lo ha tenido en su corazón, puedo decir con seguridad que es realmente difícil poder transmitir en palabras e imágenes el sentimiento que surge cuando asistes a una ceremonia de cremación. Transmitir esos fuertes contrastes que distinguen a India y que alcanzan su punto máximo aquí en Varanasi, aquí mismo en el Manikarnika Ghat.
La multitud, los cuerpos, las cenizas, la basura y los “inevitables” colores, el olor de la carne, los montones de leña, los enfermos, los pobres y las sonrisas! Las sonrisas de los familiares frente al cuerpo de su amado que se quema. Sonrío de felicidad al ver que ese miembro de la familia está volando al cielo.
En cualquier caso, Elena, hiciste un trabajo hermoso y tus palabras hacen toda esta justicia.
Un abrazo.
Mauro
Gracias Mauro por enriquecer con tus palabras y, desde esa pureza de corazón tan tuya, este relato que nació de la necesidad de expresar lo sentido. Si me he acercado aunque sea un poquito, ya me siento feliz. Sabías de mis dudas, de mi miedo a no ser capaz de transmitir lo que allí se vive, por eso ahora quiero insistir de nuevo en que solo hablo de lo que allí sentí, la compleja realidad de este venerado lugar es inconmensurable y no puede sino vibrar, en cada uno de nosotros, de forma distinta. Para mí es solo una llamada a abrir nuestros corazones, a escuchar y escucharnos. Gracias de nuevo Mauro. Namasté.
Elena, como siempre, unas imágenes bellas e impactantes y sobrecogedor tu relato. Varanasi, es un lugar que deja huella y nunca te abandona… Leerte es un continuo aprendizaje, que siempre despierta nuestras mentes y conciencia adormecida. Mil graciaaas por compartir. Fuerte abrazo.
Maydo
Muchísimas gracias Maydo, tus palabras siempre me aportan esa fuerza que tanto necesito en ocasiones, para seguir adelante. Abrazo grande.