Mis queridos hermanos y hermanas, la Fraternidad Blanca Universal está ahí para recordar a los humanos que son hijos del mismo Padre, Dios, que les da la vida, y de la misma Madre, la naturaleza. Entonces, ¿por qué matarse? ¿Por qué trabajar los unos contra los otros? Es monstruoso, insensato. Ved que nada puede objetarse a ello. Aceptando esta verdad no se puede seguir separado, detestándose, no es lógico. Hay que vivir de acuerdo con esta verdad, o bien hay que rechazarla directamente, lo cual es más honesto. Cuando no se tienen ni el mismo padre ni la misma madre, en rigor está permitido combatirse, pero hacer lo que hacen muchos cristianos, los cuales, a pesar de afirmar esta creencia, se asesinan entre sí y asesinan a los demás, no es correcto, hay en ello una formidable contradicción.
Dios está más allá de las consideraciones de raza, nacionalidad o pueblo. Da a todos la vida. No ha creado a los humanos para que sean ante todo arios o semitas, eslavos o árabes, chinos o americanos. Les ha creado, eso es todo. Son ellos quienes, debido a sus condiciones de evolución, no han podido hacer otra cosa que dividirse en clan es, familias, sociedades, países. Pero todo ese conjunto de distinciones que provocan tantas hostilidades un día desaparecerán, y todos los humanos se sentirán ciudadanos del mundo. He ahí lo que se saludable y deseable. ¿Qué hombre político pretenderá lo contrario? Que venga a verme y le mostraré matemática, científica e históricamente que ciertas formas de ver las cosas son caducas.
Hace escasamente algunas decenas de años, el francés que se hubiese atrevido a pregonar una reconciliación con los alemanes hubiese sido fusilado. A pesar de esa idea adquirida, actualmente no se fusila ni a los franceses ni a los alemanes: se tienden la mano entre sí, se visitan, se aman, ¡e incluso traen al mundo un buen número de pequeños franco – alemanes!
Entonces, ¿por qué no habría de producirse una reconciliación entre todos los pueblos? Los alemanes y los franceses se han convertido en amigos, bueno, está bien, pero ello no ha cambiado gran cosa: otros enemigos les acechan esperando el momento propicio para tragárselos. Por lo tanto, hay que crear una unidad mucho más grande para poder escapar verdaderamente a todos los peligros. De lo contrario, a los pobres seres humanos no les salvarán ni sus armas ni su diplomacia. Pero pronto, ante las amenazas que pesarán sobre la humanidad, todos se verán obligados a tenderse la mano.
Omraam Mikhael Aivanhov. «El egregor de la Paloma».