Si preguntáis a la naturaleza cómo dispone las cosas, os dirá: «y vosotros, ¿cómo equipáis un barco? Para que un barco funcione se necesitan máquinas, y esas máquinas con sus carburantes, ¿acaso son inteligentes? No, propulsan el barco, eso es todo; son fuerzas ciegas que pueden precipitarlo contra las rocas, contra un iceberg o contra otros barcos, provocando un naufragio. – ¡Ah! pero hay un capitán que vigila, que es inteligente, que dirige. – Pues bien, también yo, cuando construí al hombre, le di máquinas que le propulsan, que vomitan fuego, y también le di un capitán. Pero si el capitán se duerme, si se emborracha y lo abandona todo, el barco va a la deriva».
Las máquinas están abajo, en la bodega, en las profundidades del barco, y arriba, en el puente, es decir en la cabeza, la naturaleza ha colocado al capitán: con los ojos, los oídos, la boca para que observe, escuche y dé órdenes. ¿Por qué la cabeza no está entre las piernas, por ejemplo, o bajo los pies?.. En realidad, está donde está por muchas razones. Sí, los que no quieren razonar lo sacrifican todo a las máquinas, y escarnecen a la cabeza.
Por consiguiente, ahí está lo que hay que comprender: los maquinistas que están abajo no pueden ver para dirigir las operaciones, y no pueden porque esa función corresponde al capitán. Pero son capaces de conseguir que funcione el barco, todo depende de ellos. Como el pueblo, fijaos: sin él, sin su trabajo, todo el país moriría de hambre, incluida la aristocracia. Por lo tanto, no hay que subestimarlo, representa los medios, las condiciones, las fuerzas que son absolutamente necesarias al conjunto del cuerpo. El pueblo está para sembrar y cosechar, y sin él habría carestía de víveres. Pero darle las funciones que corresponden al capitán, a la aristocracia, no: su punto de vista es demasiado limitado, es incapaz de elegir inteligentemente y orientar los acontecimientos en la dirección adecuada. Perdonadme, pero es así. No corresponde a las células del estómago el instruir a las demás y dirigirlas. Cuando el estómago y el sexo reclaman, el cerebro no debe obedecerles sistemáticamente, satisfaciéndoles sin reflexionar. Es la sabiduría la que debe orientar e iluminar a los humanos, y entonces las fuerzas del pueblo estarán ahí para realizar los esplendores de la sabiduría.
Omraam Mikhaël Aïvanhov.