El hombre debe saber que sólo hay un Dios y un Amor, una
Sabiduría y un Conocimiento, una Verdad y una Libertad, una Justicia y un criterio absoluto, una Virtud y una fuente de bien para todos.
Salvo este criterio no hay otra medida de la gran realidad, y lo verdaderamente real es sólo lo que pertenece al Uno, al Dios vivo.
Sin embargo, mucha gente pregunta: “¿Existe Dios, y si existe – dónde está?”.
El universo entero representa la “ciudad de Dios” donde Dios habita. Su conciencia, Su mente, es tan grande que abarca incluso a los seres más pequeños y gobierna sus vidas.
Todos los ángeles y todos los grandes seres que vivieron millones de años antes que nosotros en la Tierra, comprenden lo que es Dios. Permanecen con santo temor ante ese gran Ser de cuyo corazón fluye el Amor que hace avanzar y sostiene todo el cosmos.
Y si les preguntas dónde está Dios y qué es, te responderán en tu propio idioma: “Ningún ser está más cerca de ti que Dios. Ningún ser tiene una mente más despierta, un corazón más sensible, una voluntad más poderosa. Para Él, nada es imposible. Ningún ser es más noble, más santo, más puro, más sabio, más poderoso que Dios. Él está en todas partes. Está en el cielo, en todos los soles, y en la tierra, detrás de todo: detrás del aire y del agua, detrás de las piedras y de las plantas, detrás de los animales y del hombre. No hay nada en el mundo que Dios no sostenga”.
Todo lo que hay dentro y fuera de nosotros, todo lo que nos rodea, es el fondo tras el que Dios se oculta como un gran artista. Está bien escondido porque quiere dejarnos libres.
Y como Dios está tan bien escondido, los hombres lo buscan incesantemente en la superficie, y desean llegar a Él por medios externos, para probar Su existencia.
Pero Dios no es una realidad que se pueda probar.
El intento de probar la existencia de Dios equivale a afirmar que Dios no existe. Toda prueba de la existencia de Dios es un proceso mecánico.
Cuando un hombre exige pruebas de la existencia de Dios, eso demuestra que ha cortado en su conciencia su conexión con Él.
Cuando se restablece esa conexión, la vida comienza a fluir incesantemente de Dios al hombre, y de vuelta del hombre a Dios. Entonces en la mente, en el corazón y en la voluntad del hombre hay una corriente continua de conciencia divina.
Entonces se acaban todas esas preguntas vacías y ridículas, de si hay un Dios, o no hay Dios, de si Dios nos ama o nos ha olvidado.
Beinsa Douno.