Cuando el discípulo penetra en el amor divino, se vincula con sus dones y los reparte por doquier. En el amor divino, manifestado y realizado, el bien brota, la justicia crece, la verdad florece y la sabiduría fructifica. La verdad y la sabiduría no se pueden abarcar sin el amor. El amor es lo que impulsa el pensamiento. Cuando tú solamente prestas atención a las formas, te encuentras atrapado en las redes del mundo físico. Cuando prestas atención al contenido en esas formas, tú ya penetras en el mundo espiritual. Cuando prestas atención al sentido profundo de esas formas, entonces, ya estás en el mundo divino.
Cuando vayas hacia el amor, debes negarte de todo cuanto sepas. No le tienes que contar nada. El amor no quiere que le hablen del pasado, ni quiere saber nada del futuro. Sólo le interesa el ahora.
¡No hay cosa más bella que encontrar a alguien cuyo corazón vibra en el amor divino! Esto es como encontrar una piedra preciosa o un manantial de cristalinas aguas. ¡Tal debe ser tu ideal del amor!
Beinsa Douno.