Su vínculo con el mundo ideal hace alegre al discípulo. Quien progresa, siempre se siente alegre. La alegría brota de su interior como de un manantial.
La gente querrá saber de dónde procede esta alegría, pero no logra su propósito. La busca fuera de él, mas allí no hay nada. ¡La alegría del discípulo surge de su alma!
Sólo en Dios existe la verdadera unión del amor y la alegría. Cuando tú obtengas esto, Dios estará en ti. La vida divina impulsa al discípulo para vivir constantemente en el amor y la alegría.
La vida es fruto del amor. La vida es alegría. Entonces, no lo olvides:
El camino del discípulo es como el camino del alba.
¡Éste es el camino de la luz portadora del amor y la alegría!
Así como el pequeño niño mama del seno de su madre y extrae de él fuerza y vida, el discípulo que se vincula con el Maestro recibe de él fuerza y vida.
Para que el discípulo logre mantener su contacto con el Maestro, debe desarrollar sus cuerpos espirituales. El vínculo entre Maestro y discípulo es espiritual.
El Maestro puede ayudar al discípulo sólo cuando advierte en él una permanente aspiración hacia lo espiritual.
Por la mañana, las flores abren sus pétalos para recibir los rayos del Sol Así, el alma del discípulo se abre ante el Maestro, dispuesto para recibir las verdades divinas.
El Maestro llama a su discípulo por su nombre. Sólo él puede dar el nombre a su discípulo. Cuando éste escucha por primera vez su nombre, siente una alegría tal, que superatoda la felicidad de la Tierra.
Cuando el discípulo quiere encontrarse con su Maestro, tiene que estar preparado. No debe estar ligado a lo transitorio. Éste es un proceso de la conciencia. Permanecerá en completo estado de oración para recibir y comprender correctamente los pensamientos del Maestro, a fin de aprovechados y aplicarlos con justeza.
Cuando el discípulo encuentra a su Maestro, se siente más cerca de Dios.
Cuando el discípulo se alegra en Dios, el Maestro se alegra del discípulo. Porque el Maestro no busca su gloria sino la gloria del Padre.
Cuando el discípulo vence, se alegra. Y con esto también se alegra su Maestro. El discípulo obtiene la victoria cuando evoca en su ayuda a las fuerzas del cielo.
Dios hace su bien de tal manera, que parece llegado en forma fortuita. Pero el discípulo debe saber que ello es obra de Dios. La ayuda viene de esta Fuerza Inteligente que siempre permanece oculta. A esta Fuerza le agradecerá, en lo profundo de su alma.
Una vez que el Maestro desciende hasta el discípulo, éste asciende hasta el Maestro. La obediencia y el amor los une.
El Maestro transmite el amor; la obediencia corresponde al discípulo.
Primero, el Maestro baja trayendo en sí el amor. Luego, el discípulo despierta y comienza su aprendizaje y su ascensión.
Éste no es un proceso externo. A través del Maestro pasan las puras corrientes del amor hacia todo lo que vive. Así acerca las almas a la luz y la alegría en las que él vive.
El manantial se alegra cuando las plantas que riega dan fruto abundante.
El discípulo que recibió abundantemente de su Maestro sólo podrá recompensado con su amor a Dios.
Una ley comprende el vínculo que une al Maestro con su discípulo: vivir de acuerdo con la voluntad divina.
El discípulo es un alma viviente que ama a Dios. Así podrá trabajar con su Maestro.
El Maestro siempre está dispuesto para transmitir a su discípulo las verdades divinas, siempre que éste se encuentre preparado para vivir en el gran amor que todo lo abarca. Porque el Maestro extrae del amor su fuerza y su luz.
Beinsa Douno.