Tres Leyes.

Los sermones y presentaciones del Maestro están dedicados a las tres grandes Leyes de la Gran Hermandad de la Luz:

1.Amar a Dios.

2.Amar a sus semejantes.

3.Buscar la perfección.

El Maestro nos dijo:

Una nación que preserva estas palabras sagradas tiene un futuro, si las pierde, no tiene futuro.

Estas son las Leyes fundamentales de la Vida. El Maestro dio una con­siderable cantidad de conocimiento en relación con ellas. En la siguiente conversación, el ofrece explicaciones acerca de la segunda Ley: Amar a sus Semejantes.

El Maestro dijo:

Tal como sea vuestra relación con Dios, tal será vuestra relación con vuestros semejantes. Cuando su fe en Dios es debilitada, existe la posibilidad que su fe en los demás y en sí mismos también se debilite. No es posible que ustedes tengan una buena relación con nadie sí no tienen una conexión con Dios.

El amor a Dios es como la sangre venosa que acarrea los desechos impuros hacía el corazón y los pulmones a fin de ser purificada y volver como sangre arterial. El sistema venoso y arterial no solo existe en el cuerpo, sino también con pensamientos y emociones. Por ejemplo, el odio y la celosía son venosos, y el amor y la alegría son emociones arteriales.

Cuando uno tiene amor para con Dios, uno transforma el flujo de las fuerzas negativas en positivas de modo que la sangre impura se puri­fica. Tras eso, la sangre arterial fluye por todo el cuerpo alimentando a las células. Yo estoy hablando de modo simbólico. Esto es el amor por sus semejantes. Esto quiere decir que cuando ustedes lleguen a amar a Dios, ustedes entrarán en Su Corazón para ser purificados. Una vez purificados, ustedes irán transportando la sangre de modo apropiado, en otras palabras, llevando Sus Bendiciones a los demás.

El amor hacia sus semejantes está incluido en el amor a Dios, pero lo opuesto no es válido. Muchos aman a otros, pero se sienten decepcionados por este amor. Falta un elemento esencial. Eso quiere decir que cuando uno ama a su prójimo, uno debe amar lo Divino en ellos. Aquellos que solo han amado a sus semejantes no han obtenido nada. Sin Dios, el amor a sus semejantes no contribuye nada.

Imaginen que ustedes se enamoran del Dedo de Dios. Sí ustedes desean ver a Dios, ustedes no deben enamorarse solo de Su Dedo. Cuando las personas comprenden que ellos son seres dentro de los cuales Dios habita, solo entonces ellos tendrán buenas relaciones. Llegar a conocer a mí vecino implica reconocer que el mismo Dios que yo amo habita dentro de mí vecino.

Cuando conocen a alguien díganse: “Dios, te agradezco porque te he encontrado en esta persona”. Cada persona que ustedes encuentran es una tarea, ya que ustedes deben amar lo Divino dentro de ellos. Todo aquel que es parte de la Creación de Dios merece ser amado.

La Ley de Dios funciona de este modo: compórtense con otros del mismo modo que se comportan con ustedes mismos. Pero aun así, la acción perfecta consiste en relacionarse con otros del modo que Dios se relaciona con ustedes, o sea, manténganlos en su mente del modo que Dios los mantiene en la Suya. Aun el ser más pequeño ocupa un lugar de privilegio en la mente de Dios. Por lo tanto, mi relación con los demás debe ser tan perfecta como la relación que Dios tiene con ellos. Nosotros no somos El, pero debemos caminar en Su Camino.

Vuestro amor para con sus hermanos no solo crea las condiciones para que crezcan los frutos en el jardín de vuestras almas, sino también en el alma de aquel que ustedes aman.

Cuando tenemos amor por Dios, recibimos. Dios luego nos ayuda, los Espíritus Supremos nos ayudan. Cuando tenemos amor por nuestros semejantes, nosotros damos.

Beinsa Douno.

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