Seguimos con Paz

Aparentemente es muy fácil tener paz: es suficiente ir a las altas montañas en donde reina el silencio y la soledad. Pero he aquí que ni aun ahí el hombre .se siente en paz. ¿Por qué? Porque lleva consigo un transistor en la cabeza, sí, un transistor del que nunca se separa y que siempre funciona…

Y, ¿qué oye? A menudo este transistor está conectado a emisoras del infierno en las que también hay música, naturalmente, pero, ¡qué música, qué ruido! Y sin embargo está allí, en las cimas, en la tranquilidad y en silencio. Sí, externamente todo está en calma, pero internamente las tempestades y los huracanes surgen violentamente. Entonces,  ¿cómo conseguir la paz?

Todo el mundo sabe que el cuerpo humano está constituido por un gran número de órganos relacionados entre sí; cada cual hace un trabajo particular, pero todos deben estar de acuerdo, en armonía, de lo contrario se producirán desórdenes, lo que en música se conoce como disonancias. El hombre sólo puede encontrarse en buena salud y en paz con la condición de que todos sus órganos realicen su trabajo con desinterés, impersonalmente, para el bien de todo el organismo. Pero esta salud, esta paz, no son más que estados puramente físicos. Para tener la paz del alma y del espíritu hay que ir mucho más arriba, es preciso que todos los elementos que constituyen el otro organismo, el organismo psíquico, vibren también al unísono, sin egoísmo, sin tensiones, sin prejuicios, como los órganos de la estructura física. Por lo tanto, la paz es un estado superior de conciencia; sin embargo, por depender de la salud de nuestro organismo y teniendo en cuenta que las menores molestias que en él aparecen pueden comprometer nuestra armonía psíquica, es preciso que estos dos organismos físico y psíquico estén en armonía para que la paz se instale completamente.

Omraam Mikhael Aivanhov.

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