PUREZA Y PAZ

Las impurezas destruyen la paz. Por lo tanto, para conseguir la paz, lo primero que hay que hacer es trabajar para purificarse, para eliminar todos los materiales que impiden el buen funcionamiento del intelecto, del corazón y de la voluntad. Un verdadero Iniciado ha comprendido una cosa: que lo esencial es llegar a ser puro, puro como un lago en la montaña, puro como el cielo azul, puro como un cristal, puro como la luz del sol… Mediante esta pureza podrá obtener todo lo demás. Evidentemente no es tan fácil alcanzar la pureza, pero por lo menos hay que comprenderla, luego amarla y desearla con todas las fibras del propio ser, y, finalmente, tratar de realizarla.

Cuando se producen desórdenes en vuestro cuerpo físico, en vuestro corazón o en vuestro pensamiento, sabed que habéis absorbido elementos impuros, e «impuros» puede significar sencillamente: extraños. Las impurezas son materiales indeseables porque son extraños al organismo humano. Esos materiales quizás no sean impuros en sí mismos pero se les considera impuros porque su presencia en el organismo provoca perturbaciones. Por consiguiente son nocivos, y hay que desprenderse de ellos. Si os sentís enfermos o atormentados, se debe a que habéis permitido que una impureza se introduzca en vosotros bajo la forma de un pensamiento, de un sentimiento o de cualquier otra cosa.

Cada impureza, tanto en el plano mental como en el astral o en el físico, aporta molestias; y cuando digo «molestias» me refiero a un mal menor, porque las impurezas también pueden producir el envenenamiento, la intoxicación, e incluso la muerte. Por lo tanto, hay que purificarse en todos los planos, en el plano físico mediante baños, purgas, enemas, ayuno, etc., y en el plano psíquico mediante la oración, la meditación y otros ejercicios espirituales. Sólo de esta manera conseguiréis la verdadera paz.

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