Los “urras” ayer en la NASA eran también los nuestros. Alegría, como no podría ser de otra forma, de que el “Perseverence” haya puesto sus ruedas en Marte. La ciencia ensanche nuestra mirada, nos haga cercana la infinidad de la Creación, nos acerque planetas hermanos. Todo ello redunde en el progreso de nuestra conciencia.
En esa búsqueda no obviemos que la vida palpita en diferentes dimensiones, la mayoría de ellas invisibles a nuestros ojos de carne y a los sofistificados de cristal del “Perseverence”. Buscan marcianos vivos o no, pero el hecho de que ningún marciano esté paseando a su perro por ese inmenso desierto, no quiere decir que el planeta esté muerto. Puede ser también que la vida haya abandonado en ese planeta más evolucionado la dimensión física.
Feliz paseo al valiente robot. Vuelva con buenas nuevas, pero en esa carrera de descubrimiento, que jamás de conquista, no olvidemos tampoco que aún nos tenemos que descubrir como humanidad una. Una humanidad unida no puede permitir que unos hijos mueran de hambre, mientras que otros se pasean por Marte.