Pensamiento del martes 21 de enero de 2020.
«Tenéis una idea, sentís que es buena y sois felices por ello: esta idea ha bajado pues al sentimiento. Sí, pero esto no es todo. Solo cuando os ponéis a expresarla y a realizarla, es cuando el proceso normal termina. ¿Acaso un pintor, un músico, un poeta se contentan con guardar sus obras en su cabeza y en su corazón? No, las realizan. Entonces, ¿por qué en otros ámbitos debemos contentarnos con el pensamiento y el sentimiento? Hay que realizarlos. En el campo de la espiritualidad y de la religión, también hay que realizar. Para muchos, la religión se queda en la cabeza o en el corazón y, cuando deben actuar, su acción es contraria a lo que piensan y creen. Pues bien, no han comprendido cómo la Inteligencia cósmica ha concebido las cosas. Primero debemos pensar, después desear, y finalmente ponerse a trabajar para realizar.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov
PROSVETA EDICIONES
De momento vemos que hay mucha pasión en las gentes, que se acusan mutuamente de ser un factor desencadenante de la guerra. De esa forma se imaginan que trabajan en favor de la paz. Para unos, los culpables son los ricos; para otros, son los intelectuales, los políticos o los sabios. Los creyentes acusan a aquellos que no pertenecen a su iglesia de ser heréticos y de llevar a la humanidad por el camino de la perdición, y los incrédulos acusan a los creyentes de fanatismo… Observad y veréis que siempre se trata de suprimir algo exterior a sí mismo, a las cosas o a las personas, y de esta forma cada cual cree poder instaurar la paz en el mundo. Y en eso se equivocan. Aunque se suprimiesen los ejércitos y los cañones, al día siguiente los humanos habrían inventado otros métodos para matarse entre sí, La paz es un estado interno que nunca se conseguirá suprimiendo algo externo. Primeramente hay que suprimir las causas de la guerra dentro de sí, Veamos un ejemplo muy simple. Un hombre ingiere una copiosa comida a base de salchichas, jamón, pollo, todo ello acompañado con vinos variados. Después de la comida, se dice: «Ahora, voy a buscar un lugar tranquilo para reposar.» Efectivamente, encuentra un lugar tranquilo, pero siente dentro de sí algo que empieza a agitarse. Toma un cigarrillo, fuma, y después se distiende pensando que le gustaría tener junto a él una encantadora mujer. ¿Dónde encontrarla? En casa del vecino, naturalmente. Hay un muro, pero no importa, salta por encima. Ya podéis imaginaros la continuación de la historia… ¡Evidentemente no vale la pena seguir hablando de paz!…
Omraam Mikhaël Aïvanhov.
El Egregor de la Paloma.
Izvor. 208.
Ed. Prosveta