En el cielo, en el mundo razonable, ningún hombre mentiroso es apoyado, mientras que se le abren las puertas de par en par del infierno. En el cielo, el gran sufrimiento es la inevitable manifestación de la más pequeña mentira. He aquí porque tenéis que tener en alerta tu conciencia, para corregir tus errores de inmediato.
Tú pides, «Señor, borrar la pequeña mentira de la que soy culpable!» No le pidas al Señor que borre tu mentira, pero pídele que te muestre bien como puedes arreglarlo tú mismo. La mentira deja rastros en tu aura que necesitas limpiar.
Al observar el camino seguido por los seres humanos, se pueden ver dos huellas distintas: la de los seres de verdad y la de los seres mentirosos.
Estos últimos, desde el principio de los tiempos, han utilizado mentiras y tratan, en vano, de esclavizar los tres tipos de almas que pueden resistirlas: las de los hombres de amor, sabiduría y verdad. Sin embargo, bajo este concepto, los seres de la mentira son como los niños pequeños que tratan de mentir a su madre!
¿Nos preguntamos quién miente? Son los débiles y los irrazonables. Es mejor guardar silencio que mentir: la naturaleza no soporta ninguna mentira.
¿De dónde salió la mentira en el mundo? Del árbol del conocimiento del bien y del mal. Era el único árbol humano y Dios había prohibido a los primeros hombres comer su fruto o arriesgarse a ser expulsados del Paraíso. Pero la serpiente tentó a Adán y Eva que desobedecieran a Dios y comieran el fruto de ese árbol que los convertiría en igualdad con los Dioses. Después de eso, se escondieron del rostro de Dios, quien tuvo que llamarlos mucho antes de que se atrevieran a presentarse ante Él. «Estoy aquí Señor», dijo Adán, «pero me avergüenza el aparecer ante Ti porque estoy desnudo.» En realidad, aquí, la desnudez no es más que la mentira en el hombre.
Dios sabía dónde estaba Adán, pero no quería ver la mentira de los hombres en la cara del primer hombre y le dio la capacidad de reflexionar sobre su condición y corregir su culpa. Pero el mal se hizo y las palabras de Dios se hicieron realidad: «¡Quien coma del fruto del de árbol prohibido morirá!». Los primeros humanos creían en las mentiras, no en la verdad, y el que cree en mentir está muerto.
Beinsa Douno.