La luz es comida, y hermosos pensamientos tonifican el cerebro mediante la atracción de fluídos beneficiosos. Cuanto más mejora el hombre, más se alimenta de espiritualidad, bendiciones y gracias divinas.
Si tu mirada es hacia abajo, su tarea no irá a buen puerto. Los rayos oculares deben de dirigirse hacia arriba por encima de la línea del horizonte. Levanta los ojos hacia el cielo, haz unos ejercicios, para que tu mirada sea consciente y dirigida.
Cada mañana, al abrir los ojos, mira hermosas imágenes y regocíjate en la gran naturaleza creada por Dios. Busca la belleza tus semejantes y detén la mirada. Cuando te hayas vuelto tan sabio como para amar a todos tus semejantes, podrás mirar el mal, lo negativo, y ayudarlos a convertirlo en bueno, en positivo. Cuanto más intensa sea la luz espiritual, mejor permite ver las profundidades del alma humana, donde muchas cosas están ocultas por gruesas nieblas.
Dios nos ha dado grandes bienes. Para saber cómo usarlos, es necesario conocer las leyes de la vida.
Es un arte mirar a una persona con un sentido de belleza, pureza, con luz, con amor. Tal mirada borra toda duda y sufrimiento.
Un estudiante dijo: “Conocí a una mujer que nunca olvidaré. Desde entonces, han pasado veinte años. Esta hermana desconocida me dio una mirada, pero cuando recuerdo, todo mi sufrimiento, todos mis problemas cesan”.
Regocíjense por tener sus ojos, esta riqueza incomparable. Cuídalos, úsalos para mirar flores, insectos, bellas imágenes, amaneceres, cielos estrellados, todo lo que es hermoso y armonioso, que refleja el sentido de la vida.
Beinsa Douno.