Intelecto, corazón y voluntad.

No existe una actividad más importante y más gloriosa para el hombre que la de conseguir que converjan todos los poderes de su intelecto, de su corazón y de su voluntad hacia la realización del Reino de Dios en la tierra. Desgraciadamente no se encuentran muchos candidatos para este trabajo, y lo que se ve cada día más en el mundo, es la manifestación de una personalidad exacerbada: el orgullo, la vanidad, las pretensiones… Cada cual tiene sus metas, sus ambiciones, y al Reino de Dios se le deja de lado.

He aquí por qué es tan importante que aquí, en la Fraternidad, formemos un núcleo vivo, poderoso, para esta realización del Reino de Dios. De esta manera podremos influir en otros cerebros, en otras almas. Y un día, cuando los hijos de la luz estén unidos, unidos por el mismo pensamiento, por la misma meta, harán inclinar la balanza hacia su lado, y triunfarán sobre los seres que sólo piden la destrucción y el caos.

Diréis: «Pero, ¿por qué el Cielo no se decide a intervenir por sí mismo para cambiar el mundo ?» Naturalmente, puede hacerlo, pero sin el consentimiento y la buena voluntad de los humanos, sería inútil: no comprenderían, no lo apreciarían, y de nuevo lo destruirían todo. Mientras que si la voluntad de cambio viene de ellos mismos como consecuencia de lo que han sufrido y de las lecciones que han recibido, entonces querrán verdaderamente mejorar el estado de las cosas, lo cual se- producirá automáticamente. El mundo invisible pondrá en marcha otras fuerzas, otras corrientes, otras energías, y asistiremos a un cambio extraordinario. Pero este cambio debe provenir de los humanos. Deben decidir trabajar conjuntamente para conseguir la intervención de las fuerzas cósmicas. Si no insisten, no obtendrán nada. Las sublimes Inteligencias jamás decidirán mezclarse en los asuntos de los humanos, simplemente porque eso no les satisface. A los humanos corresponde el pedido.

Por eso cada vez que nos reunimos, deberíais venir con el deseo de atraer las fuerzas del Cielo para la realización del Reino de Dios. Mientras que si cada cual llega con sus preocupaciones personales: casarse, alojarse, cambiar de trabajo, desbancar a la competencia, etc., todos esos deseos y pensamientos disparatados no pueden formar un poder capaz de poner en marcha energías benéficas en el cosmos, no llevan a nada. Para conseguir resultados debemos concentramos todos en el mismo fin.

Omraam Mikhaël Aïanhov.

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