“¡Habla bien…, demonio!” Han de pasar muchos años hasta que uno toma conciencia del amor y certeza que pueden encerrar las cotidianas regañinas de un padre responsable. Quizás inconscientemente algo debía intuir de las realidades ocultas. Marchará el padre hacia la Luz y las palabras del vástago, antes incontenidas, se irán con el tiempo aligerando de su peso sobrante. Entre otras cosas intentarán honrar esa memoria.
El verbo irá desplegando en los próximos años su vital importancia. El verbo es sonido y vibración. Al pronunciar sonidos nos colocamos automáticamente en una escala determinada de vibración. Las palabras bellas, hermosas, las que alaban, ensalzan, las que buscan la verdad y los mundos superiores, las que encierran ternura y cariño, las que argumentan con respeto…, elevan nuestra vibración, por extensión nuestro entero mundo. Sobre el verbo se verterá en el futuro una luz a raudales que nos permitirá tomar conciencia del valioso tesoro que la Vida nos ha otorgado y que ocultaba en nuestra garganta, en nuestra boca.
Por el contrario, las palabras malsonantes, las que critican, encierran odio o violencia…, bajan nuestra vibración. Es importante tomar conciencia de la necesidad de desterrar el “taco” de nuestro verbo. “El taco”, la palabra burda no es buena, ni mala; simplemente no suena bien y nosotros queremos “sonar bien” en el infinito y maravilloso concierto de la Creación.
En muchos ambientes espirituales no existe aún conciencia de esta magia que comienza ahora a desvelarse. El “taco” campa a menudo a sus anchas. Es normal, pues apenas sabemos algo del sonido y de la magia creadora que encierra. Es una ciencia inconmensurable y de vital importancia que se nos irá revelando en el futuro. Lo que sí sabemos es que queremos sumar con nuestro aún torpe verbo a la Creación. Los “tacos” no son nada detestable, simplemente anhelamos contribuir a la armonía de la Vida, usar este instrumento maravilloso que la Divinidad nos ha concedido para ensalzarla.
Atención de todas formas al muy peligroso orgullo espiritual. El mundo no se divide entre supuestos “puros” e “impuros”. Somos todos una comunión de almas hermanas, llamadas a ayudarnos mutuamente, convocadas a experimentar en la Tierra, a evolucionar e ir desplegando vida tras vida todo nuestro potencial latente. El verbo limpio corre el nada desdeñable peligro de empujarnos a los brazos de ese tentador orgullo espiritual. Nunca vanagloriarnos de nada. El supuesto verbo pulcro puede esconder a su sombra pensamientos vergonzantes. El orgullo espiritual pues ser más peligroso que la palabra malsonante soltada inconscientemente tras una sorpresa o contratiempo.
Mi amiga Tona me despierta muchas mañanas con grandes enseñanzas en la pequeña pantalla del móvil. Hoy me ha enviado temprano a este respecto esta clarificadora cita del Maestro Parvathi Kumar que deseo compartiros: <<Entre los tres sonidos de la sagrada palabra, la “A” es la más sagrada. La “U” y la “M” son sucesivamente importantes.
Shambala representa la “A”. La “A” es la Voluntad de Dios. La “U” es el Conocimiento. La “M” es la Actividad. Es la Voluntad de Dios, que sostiene la creación, los sistemas solares y los sistemas planetarios como también las vidas de cada ser hasta la hormiga.>>
«En el principio era el verbo…» y nosotros deseamos arrancar bien alto. En el verano no comenzamos un círculo sin el colectivo “AUM” en nuestros labios. Los maestros y maestras en sus listados de alumnos pueden observar más “As” que nunca. Muchos padres buscan igualmente la “A” al poner un nombre al alma que han acercado a la Tierra. Ahora ya sabemos algo de dónde nace ese superior anhelo…