El ser humilde

El ser humilde que trabaja con fe y amor para perfeccionarse atrae la atención de los Seres del mundo superior que, ayudándole en todas las cosas, facilitará el camino ascendente hacia las virtudes divinas, a lo cual cada alma aspira. Sólo el ser humilde puede ser verdaderamente espiritual; sólo él puede ser visitado por el poder del Amor y beneficiarse de sus infinitas posibilidades.

Los Maestros, los genios, los santos, tienen una clara conciencia de que no pueden hacer nada sin la ayuda constante del mundo superior, que atrae la humildad. Pueden ser verdaderamente humildes.  Son conscientes de que, por muy alto que sea su conocimiento y sus posibilidades excepcionales, no pueden lograr nada sin la fuerza, la luz y la ayuda del mundo superior. Su lema es: «Señor, que tu voluntad sea hecha y no la mía.»

El hombre humilde vive en paz, gozo en su corazón, irradia a su alrededor aquellas cualidades por las que todos lo buscan y lo desean. El hombre orgulloso siempre está ocupado manteniendo su dignidad, su propio amor; por eso mismo, crea contradicciones dañinas en sí mismo y en su entorno..

El ser humilde tiene una conciencia iluminada, y se repite en todo momento: «Señor, es Tu Voluntad la que se cumple y no la mía; Trabajo para Tu gloria y no por la mía.» La máxima expresión de humildad es el intenso deseo de cumplir con precisión, en los pensamientos y en los efectos, la voluntad divina perfecta.

Beinsa Douno.

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