El amor es el mundo en el que vive el Espíritu Divino.
El mundo más grande conocido por los sabios de todos los tiempos, el mundo del que habla Cristo, es el mundo del Amor.
Y cuando decimos que Dios es Amor, entendemos que el Amor es la esencia de la que proceden todas las cosas.
Todos los mundos, a través de toda la eternidad, han surgido y surgirán de la fuente del Amor.
Todo en el mundo vive en el Amor y por el Amor.
Todo lo que vemos – sistemas estelares, soles, planetas – son manifestaciones del Amor.
Todo el cosmos en su totalidad, todo el mundo físico es Amor, manifestado y materializado.
Este es el gran “cuerpo de Dios”.
Fuera del Amor, no conocemos a Dios. El Amor está conectado con todos los seres vivos. No hay ser viviente -no hay materia viviente- que no esté influenciado de una manera u otra por el Amor, que no esté estrechamente conectado con él.
Dios, que es Amor, no sólo está fuera de nosotros, en el universo, sino también dentro de nosotros.
Él es el vínculo vivo entre todo lo que está “fuera” y
“dentro”.
El Amor lo envuelve todo en sí mismo. El Amor en sí mismo es infinito, y todo lo que está fuera de él es finito.
Por lo tanto, decimos: Sólo el Amor es eterno. De él fluye toda la vida. El Amor trae la plenitud de la vida.
El bien, que es fruto del Amor, está contenido en él.
La Sabiduría también está contenida en el Amor, porque representa las formas a través de las cuales se manifiesta el Amor de Dios.
La Verdad también está contenida en el Amor. Es la imagen más pura del Amor.
La justicia también está incluida en el Amor.
Por lo tanto, el Amor Divino absoluto implica la Rectitud absoluta.
Donde no hay rectitud, no hay amor.
El aspecto físico del Amor es la Justicia.
Para que el Amor se manifieste en la tierra, tiene que haber necesariamente Justicia El Amor es sufrido y caritativo, pero el Amor absoluto requiere la Justicia absoluta.
Sólo quien está iluminado con la Rectitud es capaz de recibir el Amor divino.
Beinsa Douno.