Esta paz profunda, inexpresable, es muy difícil de obtener porque para ello se requiere voluntad, paciencia, amor y un gran saber. Cuando el discípulo empieza a aprender y a comprender la naturaleza y las propiedades de cada elemento, pensamiento, sentimiento, deseo, para que nunca se introduzca en él nada que pueda perturbar su armonía interna, y por fin consigue eliminar de su organismo todo aquello que no vibra al unísono, sólo entonces obtiene la paz.
Si fumáis, si coméis y bebéis cualquier cosa, introducís en vuestro organismo ciertos elementos nocivos que os ponen enfermos y entonces no podéis tener paz. Si os duelen los dientes, si tenéis cólicos o palpitaciones, ¿cómo queréis tener paz? Habéis introducido en vosotros partículas que provocan obstrucciones o fermentaciones, y ahora hay que eliminarlas. La misma ley se aplica al nivel psíquico.
Mientras sigáis ignorando la naturaleza de vuestros sentimientos, pensamientos, deseos, pasiones, instintos, y mientras los respiréis y os alimentéis de ellos sin saber si os reportarán un bien o un mal, no os sentiréis nunca en paz.
El egregor de la paloma.
Omraam Mikhael Aivanhov.
Me ha encantado esta hermosa reflexión. La paz que sobrepasa todo entendimiento está dentro de nosotros. Somos el resultado de sí mismos. Si somos capaces de tener una disciplina alimentaria, cuidamos nuestra mente, nuestro cuerpo (que es un templo), podremos alcanzar la paz, salud, y abundancia que tanto deseamos.