Nos llegan washaps invitándonos a tomar “prudente” distancia del acontecer mundial y más concretamente de la reciente crisis surgida a raíz del asesinato del general Soleimani. Nos cuesta tomar esa distancia, más bien no la deseamos. Queremos estar con la humanidad. Aspiramos a ser uno con ella.
Podemos y seguramente deberemos dosificar telediario, limitar el tiempo que nuestro oído ofrece al dolor del mundo, podemos mantener una conexión controlada con el devenir de nuestros hermanos…, pero nunca de espaldas a ese dolor, nunca al margen de esos avatares. Nos sentimos felices de estar en medio de este tiempo, tan difícil como apasionante, tan complicado com esperanzado. No renunciaremos a ese privilegio.
Los misiles sobrevuelan nuestras cabezas, los cráteres del metal arrojado se siembran en nuestros caminos, brotan a nuestros pies. Nos sentimos íntimamente vinculados al devenir humano. No nos exiliaremos de la geografía ya sufriente, ya carenciada. Las Grandes Almas no han dejado lugar a la duda al respecto: “No queremos devotos nuestros. No necesitamos de nadie que nos alabe. Queremos devotos de la humanidad…” (Maestro Dhwal Khul. Expresión no literal) ¿Cómo podremos ser devotos de una humanidad de la que no sabemos lo que le acontece? ¿Cómo podremos ayudar a un necesitado de quien desconocemos sus necesidades?
No es de Ley sacarla del “kit”. La responsabilidad planetaria iba en el contrato de vida. No representa un peso, sino una necesidad, una oportunidad para revertir en clave de evolución. Ahora bien el compromiso que sea siempre imbuido de cordura, respeto y ecuanimidad, restado de toda emocionalidad negativa. No somos los labios de la maledicencia y el exabrupto. Pensamiento y Verbo siempre rendirán a la Luz. Somos los labios del futuro, la expresión de la esperanza, la manifestación de la nueva Tierra privada de toda suerte de rencor y animadversión.
La música de las esferas llegará después de haber agotado la oración, después de haber atendido al grito del Sur y al estruendo de los bombardeos. Vacaciones de telediario cuando el planeta se instale en amor y fraternidad. Disfrutaremos exclusivamente del “tatami”, el incienso y el silencio, cuando toda herida cicatrizada, cuando todo estómago saciado, cuando todos nuestros hermanos vivan en cooperar y compartir. Gozaremos de las mieles del descanso cuando la humanidad y nosotros con ella, nos hallamos por fin liberado.