Los instrumentos son dádivas imparciales. Ninguna mañana me despierto y arremeto contra mi afilado cuchillo de cocina porque pueda segar vidas; le agradezco porque sin él no sería mi gozoso desayuno junto a la ventana del nuevo día, porque me permite cortar finas rebanadas de pan que impregno de aceite virgen y miel de tantos bosques.
Whasap, Instagram, Facebook tampoco rebanan cuellos, no están en el bando de la oscuridad. Nosotros, nosotras cada día, con cada uno de los contenidos que subimos a las Redes Sociales, somos quienes los empujamos a uno u a otro polo. Estas Redes, al igual que los cuchillos de nuestras cocinas, en principio son neutras y nos hacen un inestimable servicio de comunicación.
Corre el bulo de que comienza una nueva pauta por la que Whasap puede usar mis fotos. No tengo nada que ocultar, «autorizo, autorizo, autorizo» a que Whasap, Instagram, Facebook…, utilicen mis fotos. Desconozco de dónde y por qué nace y se difunde tanto miedo que no medra en este interior. No tengo ninguna razón para temer de estas grandes
corporaciones. Ni Whasap, ni Instagram, ni Facebook son mis adversarios. Son excelentes mensajeros, la cuestión son mis mensajes, la luz o la falta de ella que cobran. No tengo por lo tanto razón para desconfiar y ocultar y tengo todo por agradecer y difundir. Estas grandes organizaciones de la comunicación me harían un buen favor en el caso de que se sirvieran de mis contenidos.
Reconozco y honro el gran servicio que hacen para la difusión de los contenidos emancipadores, liberadores, imbuidos de nueva conciencia que en ellos colocamos. Es de hijos de Dios ser agradecidos. Aspiro a ser un hijo de Dios agradecido.