Amor, Sabiduría yVerdad.

Nosotros saludábamos al Sol naciente en la montaña. En el valle todavía estaba oscuro, pero aquí ya había luz. El aire era puro y fresco como el agua de un manantial. Ofrecimos nuestra oración matutina, hicimos nuestros ejercicios y luego nos sentamos en el pasto rodeando a nuestro ama­ do Maestro. El calor del Sol nos penetraba como bendición del Eterno. Nos mantuvimos en silencio por un largo tiempo, escuchando la tranquila y pequeña Voz interior.

El Maestro nos dijo:

El Amor es el Camino para todos aquellos que habitan en Dios. La Sabiduría es el Camino para aquellos a quienes Dios se manifiesta. La Verdad es el Camino para aquellos que están aprendiendo a servir a Dios.

Cada día de la existencia humana debería ser aquel en el que el Amor se manifiesta, la Sabiduría se manifiesta, y la Verdad nos enseña a servir a Dios.

Que el Amor se cumpa en ustedes para dar Vida. Que la Sabiduría se cumpa en ustedes para traer Luz. Que la Verdad se cumpla en ustedes para que les enseñe a cumplir la Voluntad de Dios.

La Libertad proviene de la Verdad. Los seres humanos son libres, pero ellos no deben abusar de su libertad. Nosotros somos libres gracias a lo Divino que habita en nosotros.

El Amor resuelve todas las contradicciones. Sin Amor, los seres humanos no pueden dar sentido a esta existencia. La Sabiduría vence las contradicciones de la mente. La Verdad vence las contradicciones de la voluntad humana.

El Amor construye la harmonía en el mundo. La Sabiduría es el pico más elevado. Resuelve las contradicciones entre el bien y el mal, poniéndolos a ambos a trabajar. La Verdad es el mayor líder: dirige a todo el Cosmos.

La Sabiduría Divina es la más difícil de aprender. Aun los adeptos, los Ángeles y los dioses han caído al enfrentarse con las pruebas de la Sabiduría.

El Amor es la fuerza más grande en el mundo, pero, aun así, la Sabiduría y la Verdad son necesarias para que el Amor pueda ser aplicado.

                                 Epilogo

Durante los últimos días de 1944, un hombre llegó a la casa de la hermandad en Izgrev. Él llegó corriendo, estaba apurado.

«Díganle al Maestro que deseo hablar con él».

Durante toda su vida este hombre había vaciado entre la vida mundana y la vida espiritual y ahora, finalmente, había tomado una decisión.

«Por favor, díganle al Maestro que deseo hablar con él».

Un discípulo le informó al Maestro, diciendo: «Maestro, un hombre desea hablar con usted».

Por un largo tiempo, el Maestro permaneció en silencio, y luego dijo suavemente: «Díganle a este hombre que el concierto ha concluido».

Tras lo que dijo en voz baja: «El concierto ya ha pasado».

Beinsa Douno.

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