La verdad pertenece al mundo de la inmortalidad. Sólo se puede conocer cuando la aplicas.
La verdad es inaccesible para los pecadores. Así que no tiene sentido hablarles de ella, porque sería como si un gran matemático estuviera explicando problemas de matemáticas a un hombre sin cultura intelectual.
El amor perdona las faltas de los hombres, por sus debilidades. La verdad, por otro lado, es dura y despiadada.
La verdad no tolera la ignorancia, la debilidad o la impureza. Es por esto que la belleza es perfecta.
Y es por eso que los débiles deben ir al Amor, los ignorantes a la Sabiduría, y los oprimidos a la Justicia y el que quiere ser perfecto – a la Verdad.
¿Crees que la verdad está entre los ricos? No, no son los dueños, no la poseen.
¿Crees que la verdad está entre los pobres? No, ellos tampoco son los dueños. Y no la encontrarás en eruditos, filósofos, creyentes u ocultistas.
La verdad no está en ninguna parte, porque este mundo es el mundo del sufrimiento y de la muerte, el mundo del cambio constante.
La verdad no puede entrar en un mundo así. No puede bajar a este mundo.
La Verdad habla con los soles.
La sabiduría habla con los planetas.
El amor es tan indulgente que habla con seres del grado más bajo.
Puesto que la Verdad habla con los soles, su propósito es distante y muy elevado.
Así que los mortales no pueden hablar de la Verdad. Pueden presentar un hecho como conformarse con la verdad; pero en cuanto a la Verdad misma, no pueden hablar de ella.
Pon la Verdad en tu alma y la libertad que buscas, la adquirirás.
Y si eres tan pobre que no tienes un centavo en el bolsillo, sabe que hay algo más importante que la pobreza. Es la verdad. Hay algo más alto que el poder. Es la Verdad.
La Verdad desplegará ante ustedes un espacio ilimitado, y sus ojos se abrirán.
Cuando llegue a ti, pondrá luz en tu inteligencia, paz en tu corazón y dará fuerza y vida a tu cuerpo.
Beinsa Douno.