El manantial que mana de las cimas va regando todo a su paso. Si tú quieres hacer algo por ti y por los demás, purifica tu vida. Así actuarás de acuerdo con la ley del manantial.
Sé puro como un niño. Cuídate de los deseos ilusorios que pueden detenerte en el camino. Sólo los deseos naturales del alma son sanos para el discípulo y sirven para su elevación.
Un deseo natural es aquél que está de acuerdo con la voluntad de Dios. Tal deseo natural te guiará hacia la vida plena.
Recuerda: «Sólo los puros de corazón verán a Dios». Al discípulo no puede tentarlo el mal, porque su inspiración supera las tentaciones circundantes.
¡Él desea lo que es inteligente!
¡Él desea lo que es bueno para todos!
¡Él desea sólo lo que Dios desea!
Él es exigente hacia sí mismo cuando debe cumplir las leyes divinas.
¡Él lo hace todo bajo el exigente ojo del Espíritu!
Para el discípulo, el mundo físico es un lugar de estudio y no de diversión. El estudio torna su vida bella y alegre. El estudio le otorga contenido a su vida, así como el servicio le otorga sentido. El discípulo pasa por el mundo físico, pero no se detiene en él. Para sus exámenes va al mundo, pero permanece en la Escuela Divina en todo momento. Esto significa que él trabaja en el mundo, no corta sus vínculos con él, pero por doquier es un discípulo sirviendo a Dios en el mundo.
Dale a la vida de la Tierra su justo valor. Si tú no aprecias tal vida, ¿cómo apreciarás la vida celestial?
La vida de la Tierra es como un pimpollo. La vida angélica es como una flor y la vida divina es como el fruto maduro. Si el fruto no surgiera de la flor, no podría ser fruto. Y si la flor no surgiera del pimpollo, no llegaría a ser flor. El pimpollo es la fuerza que se expresa en la vida de la flor. Tú no podrás saborear el fruto si no aprecias el pimpollo que se transforma en flor. Así, no lo olvides: La Naturaleza es un laboratorio alquímico. ¡Pasa tú por el crisol de la purificación! ¡Quema las escorias del pasado y transfórmate en luz!
Beinsa Douno.