¡Un ejemplo!

Te daré un ejemplo: Viene alguien y te dice que tu padre ha muerto. En vez de llorar, tú desechas el pensamiento de la muerte. Sabes que tu padre no puede morir. Te dicen que tu propiedad está perdida. Tú sabes que nada se puede perder. Cuando alguien emplea palabras contradictorias, tú puedes transformarlas empleando una reflexión positiva.

Todas las desgracias y sufrimientos provienen de la incomprensión de la vida. Nosotros somos los forjadores de nuestro destino. Todas las desgracias en el mundo son la obra humana. Luego decimos que el hombre es creado a imagen y semejanza divina. En nuestro estado actual, eso es risible. ¿Cómo es posible que el hombre creado por Dios se sienta desgraciado? Es cómico pensar que el hombre creado por Dios sea ladrón o criminal. Ésta es la mayor contradicción. Así como somos, no se debe a la creación de Dios, sino a nuestra propia creación. Por eso Dios no puede arreglar el mundo. El mundo sólo podrá arreglarse, cuando cada uno se arregle a sí mismo.

El mundo transita por el camino natural de su desarrollo. El mal y el bien se entrelazan. Ésta es la causa de las tristezas y alegrías. Todas las contradicciones en la vida las hemos creado nosotros, colectivamente. Por eso es que necesitamos una correcta filosofía que nos libre de ellas.

No es posible entrar en conflicto con el orden establecido en el mundo. Cuando alguien trata de cambiarlo, es como si se estrellara una botella contra una roca. Nosotros somos como tales botellas. No hay por qué chocar. Hoy la gente quiere cambiar el orden de la Tierra, pero eso es imposible. Quien trate de cambiar este orden, quedará destrozado como la botella contra la roca.

Puede ser que alguien logre producir cambios externos. Para ello podrá emplear palos, cárceles y horcas; todo lo podrá hacer, pero no podrá cambiar la vida.

Habrá también quien quiera introducir el vicio y la corrupción; pero es absolutamente imposible cambiar el orden de la gran Vida. Tampoco es posible que el hombre se destruya a sí mismo. Podrá destruir sus obras, podrá aniquilar sus pensamientos, pero, destruirse a sí mismo, eso es imposible. Y es imposible porque la vida forma un Todo.

Cuando afirmo que un hombre no se puede aniquilar, lo digo porque sé que cada hombre es un elemento vivo de la vida total y este elemento, esta vida, es indestructible. No es posible aniquilar el Todo, cuya parte es el hombre, así como el Todo no puede aniquilar a sus partes. Podrán ser destruidos los resultados de las partes, así como los resultados del Todo; pero la relación que existe entre el Todo y las partes, no se puede destruir.

Si suponemos que fuera posible la aniquilación de las partes del Todo, debemos aceptar otra realidad, en la que es posible que las cosas se pueden cambiar, mas la realidad absoluta, lo que es infinito y eterno, no admite cambios. Por consiguiente, de una cosa se puede estar seguro: el hombre no puede aniquilarse a sí mismo. Por las palabras «siempre vivo», comprendo la vida total en lo Infinito. Eso es vivir de acuerdo con todas las formas vivientes, tanto con las inferiores como con las superiores; eso es permitir que se produzca un flujo de lo inferior a lo superior y de lo superior a lo inferior. Cada forma tiene su lugar y su significancia en el Todo.

En aquel antiguo relato bíblico sobre la vida de Job, hemos visto que lo que se ha examinado en él fue ese falso concepto, ese pensamiento tan común entre los hombres, que afirma que nuestra desgracia se debe a circunstancias ajenas a nosotros. Llegó un momento en la vida de Job, en el que comprendió que ya no podía pensar como pensaba antes, ni podía vivir como vivía antes. Así obtuvo conciencia de que su vida no podía ser frenada.

Beinsa Douno.

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