Se llama Tetsushi Sakamoto y es el nuevo ministro japonés contra la soledad. Va a necesitar superior ayuda. El señor Tetsushi tiene ante sí una labor ingente. Tendrá que alejar nubes, sembrar flores, secar lágrimas, correr el velo de muchos amaneceres… Tendrá que alargar mucho sus brazos para acoger tanto desamparo. Tendrá que prender numerosos fuegos sobre el asfalto. Hace mucho frío en las ciudades del Japón, en las ciudades del mundo entero.
Bienvenido el encargado del gobierno para para atajar el mal de la soledad y desamparo. En 2020, el país asiático registró 21.919 suicidios, de los que 479 eran escolares y 6.976, mujeres. La creciente soledad en nuestras sociedades está muy vinculada al ascenso del individualismo. El nuevo ministro se habrá de preguntar cómo superar el individualismo inherente a nuestra civilización materialista; cómo volver a dar sentido y fuerza a la familia, a la comunidad: cómo anteponer el “nosotros” al “yo”, el “juntos podemos” al “yo me busco la vida”.
Intentar atajar el problema de la soledad y el individualismo implica reconocer que la sociedad del “sálvese quien pueda” no tenía recorrido, no era sostenible; implica enfocarnos al alumbramiento de una nueva civilización en la que cobre creciente sentido el cooperar y el compartir. El ministro de Mazos y Obras públicas concurra en el esfuerzo derribando tabiques, aislamiento y asfixiantes soledades.
El 14% de las personas fallecidas en el país asiático que no compartían vivienda con nadie fueron halladas entre uno y tres meses después del deceso. Recobrar el espíritu colectivo, grupal, es el valor que puede dar continuidad a la humanidad, es la máxima que permitirá atender victoriosamente a los grandes desafíos que los humanos tenemos por delante. La fraternidad es más que nunca nuestra razón de ser, nuestra senda, nuestra superior e irrenunciable meta.