La oración es un acto consciente de unir el alma con su creador. Cuando ores, concentra tu pensamiento, que sea concreto y claro y que cada una de tus palabras sea un reflejo preciso de ello.
Como discípulo, mantén tu mente estrechamente conectada con el mundo razonable superior, con las corrientes positivas del sol, con el resplandor de los pensamientos de los seres angelicales. Es durante los momentos de meditación que mantendrás y fortalecerás este precioso contacto. En un lugar apartado, ponte de pie, el cuerpo bien erguido la mente y la respiración tranquila, las manos cayendo a lo largo del cuerpo, el pie derecho un poco por delante del pie izquierdo; preferiblemente mirando hacia el este, y levante su mente. Así, con este escape momentáneo del mundo material, por la llamada que aborda tu pensamiento, podrás establecer el vínculo indispensable con las poderosas corrientes de la vida que irradian de los mundos superiores, con los seres evolucionados que sólo están esperando para ayudarte. Firme, alegre, entonces reanudará su trabajo con una nueva energía física y psíquica.
A través de la oración, la concentración y la meditación, podemos recibir la plenitud de la luz del mundo superior y divino. Sólo él puede iluminar nuestra conciencia y hacernos capaces de comprender plenamente el pensamiento vigorizante de Dios en nosotros.
Cuando conozcas a una persona en tu camino, ora por ella y ten sólo pensamientos positivos sobre ella, no importa cuán imperfecta parezca. El perdón total es una de las cualidades del amor divino, que no trata los pecados de los hombres, sino que siempre está listo para llegar a ellos y tenderles la mano.
Beinsa Douno.