34 – Existe en la vida un proceso interno que se denomina crecimiento. El resultado de este proceso es la perfección del alma humana. Para tal fin, los sufrimientos se hacen necesarios, pues sin ellos no hay crecimiento posible. Quien sufre y se rebela contra el sufrimiento no ha podido vislumbrar su sentido más profundo y no podrá, de ese modo, ser elevado ni ennoblecido por él.
35 – El sufrimiento visita a todos los seres vivos. Nadie lo puede eludir. El buey que ara la tierra sufre y el ave que busca su alimento entre la nieve también sufre. Pero, tú, como discípulo de la vida, debes conciliarte con el sufrimiento, puesto que él es la medida por la cual es posible constatar el
grado de desarrollo humano. Esto no significa que debas torturarte. No estoy hablando del sufrimiento inútil sino de aquel que enriquece la virtud. Si observamos qué clase de sufrimientos ha podido sobrellevar un hombre, podremos constatar cuál ha sido el camino por el cual ha transitado y la meta que ha logrado alcanzar. Cuanto más es posible resistir el sufrimiento y se lo comprende, tanto más alto será el punto que se alcance en el camino.
36 – El sufrimiento es un impulso mediante el cual lo divino del alma humana puede manifestarse. Quien no entiende esta ley se cierra al sufrimiento y con ello no hace más que demorar la afirmación de lo divino en él.
37 – El sufrimiento es como una semilla en cuyo núcleo se oculta el bien. Esta es la semilla del árbol de la nueva vida. «Bienaventurados los que sufren», dijo Cristo. Entonces, ¡Pobre de aquel que no sufre, porque el sufrimiento es el sendero angosto y difícil que conduce a Dios!
Beinsa Douno.