Seguir en el Sendero

Tú debes saber que cuando un hombre comienza el camino del discipulado tiene un programa que cumplir. No mirará ni a la izquierda, ni a la derecha. Seguirá siempre adelante y sin parar. Tú debes ir directamente al propósito. Piensa que faltan pocos minutos para que parta el tren. En el camino de la vida todo está previsto y se realizará así, como lo ha determinado Dios.

Muchos presentan el camino del discipulado como muy difícil. Pero este camino, si bien no es fácil, tampoco es tan difícil como quieren presentarlo. ¿No dijo Cristo: «Toma mi yugo porque es liviano»? El yugo del mundo sí es pesado. En el mundo, toda la gente padece toda clase de sufrimientos para mejorar su estado. Por lo mismo, el discípulo debe dirigirse al mundo divino para resolverlo todo de manera divina. Pero para que logres resolverlo así, no debes estar ligado a ninguna atadura kármica y has de ser completamente libre.

Hay experiencias que hacen época en la vida del discípulo. Éstas son sólo para él, porque abarcan el ámbito sagrado de su alma. Dichas experiencias son su riqueza y las puede compartir, de acuerdo con la ley de la libertad interior, solamente con un alma cercana cuyo corazón vibre de amor, auto sacrificio y disposición para servir a Dios. Si las transmite a quien no está preparado, indudablemente pasará por grandes dificultades.

El discípulo tampoco debe dar informaciones a la gente, sobre su forma de obrar. Sólo ha de tener en cuenta las leyes y preceptos divinos. Debe hacer su trabajo sabiendo que lo hace ante Dios y no ante la gente o la opinión pública. Todo cuanto sucede en la vida del discípulo se debe al fuerte impulso del espíritu, sin mezcla con lo humano.

         Y ahora, te deseo que logres escuchar la Voz silenciosa del Señor en ti. Esta Voz trae al mundo lo bello, lo grande, lo poderoso. Cuando esta Voz llega al discípulo, le crea un carácter y estimula su fuerza. ¡Grande y glorioso es el discípulo que sirve a Dios y permanece en su amor!                                              

El Camino del Alba. Peter Deunov.

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