¡Qué grande es el bien!

27 – El hombre es bueno hasta tanto manifieste la bondad que hay en él, porque el bien habita en cada uno como fuerza que espera su liberación. Entonces, eso que limita las fuerzas de la mente, el corazón y la voluntad, es el mal.

28 – Dices que es grande el mal en el mundo, y yo digo:
¡Qué grande es el bien!

29 – Un hombre dice que quiere ser santo. Ya es santo, pero no cree que pueda serlo. Le falta tomar conciencia de que Dios ya lo ha creado bueno y lo ha santificado. Si espera que el mundo reconozca su bondad y lo proclame, ha fracasado. Para ser santo no tiene más que encontrar el bien que está en su alma y manifestado.

30 – Como el hombre es libre en sus acciones, los errores en su vida vienen como consecuencia natural de su libertad.

31 – El bien es como un capullo que se abre en las manos de aquel que le da condiciones para que viva. Quien hace el bien es el primero en apreciar el perfume de su buena acción. Hay buenas obras que actúan sobre un solo ser y hay otras dirigidas a la totalidad de la vida. Obrar en bien de la vida es ser un conductor de lo divino. Opuestamente, toda oposición a los divinos designios y a la vida misma es lo que llamamos mal.

32 – Una gran fortaleza se exige del hombre para que pueda dominar el mal que ha dejado anidar en sí mismo. Hay una sola manera de vencerlo y es cumpliendo la voluntad de Dios. Quien transita por el camino divino acata la voluntad de Dios. Hay quien está confundido sin saber qué camino seguir. Escucha a un filósofo y a otro, a este o aquel maestro, sin saber a quién seguir. ¡Que escuche sólo a aquellos filósofos y maestros por cuyo intermedio habla Dios! ¿Cómo podrá descubrirlos? Por los resultados del trabajo que realizan. Lo bueno se demuestra siempre por el resultado. ¿Qué enseñanza es la que sólo nos puede liberar de unas cadenas para apresarnos con otras? La divina enseñanza traza una perpetua línea de luz que todo lo ilumina; y donde hay luz, el mal no puede obrar.

33 – Preguntas cómo podrías liberarte del sufrimiento. No trates de liberarte. Por el contrario, saca provecho de él. Así como en la música distintos tonos se armonizan para formar acordes correctos, los tonos graves del sufrimiento y los tonos brillantes de la alegría componen la perfecta armonía de la vida. Procura que los tonos de tu sufrimiento sean puros, claros y suaves, a fin de que vibren armónicamente con los tonos de la alegría.

Beinsa Douno.

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