El discípulo debe orar, meditar y trabajar sobre sí mismo, a fin de prepararse para lo nuevo que viene al mundo.
¿Cuánto tiempo debe orar y meditar? Continuamente. No digo que debe dejar sus labores para sentarse a rezar a toda hora. Las obligaciones laborales no excluyen la oración, ni la meditación, ni el trabajo sobre sí mismo, pues éstas son, para el discípulo, su oración, su meditación y su trabajo interior.
Si vives de acuerdo con la ley del amor, tu oración es permanente, aun en medio de tus quehaceres. Porque si hay amor en ti, tus quehaceres no pueden estar excluidos de este amor. Por esto mismo, ora, medita, pero también trabaja. ¡Aíslate en medio del tumulto! Pero has de saber que el aislamiento no es un proceso externo. Si de la oración no participan el pensamiento, el sentimiento y la acción, esta oración no es verdadera.
Si pides algo en tu oración, no pidas cualquier cosa. Pide una mente luminosa, un corazón pleno de calor y una voluntad con la cual puedas sortear toda dificultad. Pide vivir en un mundo en el cual reinen la luz y el calor. ¡Esto significa realización!
No pidas tampoco bienaventuranza. La gente hoy espera que lleguen los tiempos de la bienaventuranza. Pero, lo que no sabe la gente, es que la bienaventuranza está fuera del tiempo. Hoy mismo es posible lograrla. No hubo tiempo en el cual quien es realmente inteligente no haya sido bienaventurado, pues, bienaventuranza e inteligencia, para mí, tienen el mismo significado.
Otra cosa que no es prudente en la oración, es la monotonía. Recuerda que lo bello no se repite.
¡Ora! Pues Dios es el único Ser a quien más fácilmente puede acercarse el hombre. Hay un ambiente sagrado en el alma. Tal ambiente es impenetrable, nadie lo puede hollar. ¡Éste es el lugar reservado para Dios! ¡Allí debes orar! ¡Y allí lo encontrarás!
Peter Deunov.