Todos los grandes hombres eran hombres humildes.
La humildad es un proceso de absorción de la energía divina. No puedes absorber esta energía divina si no tienes una profunda humildad.
El hombre debe ser humilde con Dios y no con el mundo. Por ejemplo, ser humilde frente al oso no tiene sentido. ¿Puede el oso entender su humildad?
Nunca olviden que son sólo un canal por donde el gran espíritu divino actúa en el mundo, sólo una pequeña nota sobre la partitura y que millones de tales notas en la vida crean una gran sinfonía de música.
La humildad es la primera de las condiciones para crear un vínculo
con Dios.
El hombre humilde conoce a Dios, su Maestro. No tiene dudas, no es obstinado.
Ser humilde significa ser consciente de que puedes hacer cualquier cosa y, al mismo tiempo, eres es tan gentil que te desvías para dejar pasar a una hormiga.
El hombre debe ser humilde. Debe saber que existen muchas cimas altas en el mundo. Mientras crea que es la única cima en el mundo, nunca podrá convertirse en un genio.
En cada momento de su vida, el hombre debe ser consciente de que tiene que aprender. En esto yace la humildad.
El hombre humilde busca la causa de sus fracasos y desgracias dentro de sí mismo y no en el exterior. Así es como el refuerza esta virtud y se vuelve interiormente fuerte y rica.
Beinsa Douno.