La aristocracia es algo que debéis restaurar ante todo, conservando preciosamente todo lo que hay en vosotros de noble, puro y luminoso. ¡Pero si creéis que la mayoría de los humanos piensan en proteger su aristocracia interior…! Por un papel en una película, por una foto en una revista, o también por algún vestido o alguna joya, una joven perderá su candor y su pureza. También un sabio es capaz de poner toda su inteligencia y sus capacidades excepcionales al servicio de la destrucción, si le proponen por hacerlo sumas fantásticas. Entonces, ¿vigilamos nuestra aristocracia, la protegemos? No, la vendemos, la pisoteamos, la ensuciamos. Mientras que por nada del mundo, ni por dinero, ni por gloria alguna, un Iniciado dejará que su aristocracia quede comprometida. Porque sabe que gracias a ella, gracias a estos seres de luz, de inteligencia, de sabiduría que viven en él, obtendrá un día el cielo y la tierra; para él todo lo que podamos proponerle, nada significa, no es nada.
Así pues, cuando hablo de la aristocracia, hablo de la verdadera aristocracia interior. Si logra mantenerse en la cumbre, todo el pueblo de células vive en armonía. De lo contrario, la aristocracia se derrumba, porque los demás, los instintos, la codicia, los vicios, las debilidades, han tomado el poder. ¡Y he aquí que los aristócratas son ahorcados como en la canción!… Esto es lo que siempre ocurre cuando la aristocracia interior no está a la altura de las circunstancias: los aristócratas son ahorcados, y es el populacho quien gobierna.
A menudo eso es lo que os ocurre también a vosotros, claro está que los ciegos no lo ven, pero si os presentáis ante un Iniciado, inmediatamente verá la situación y os dirá: «Mi pobre amigo, ¿por qué has dejado que las cosas llegaran hasta el punto de convertirte en un esclavo? y tú incluso desconoces cómo se ha producido. Pues bien, he aquí las razones: o te faltaba luz, o no tenías ningún amor por el mundo divino, o bien carecías de voluntad suficiente para continuar el trabajo.» No hay más que tres explicaciones posibles, no hay cuatro, cinco o diez, como se imaginan los humanos que ven siempre causas externas allá donde no las hay: los padres, la sociedad, la educación, la falta de dinero, los vecinos, la competencia… Sí, siempre causas externas… Pero no es así, las verdaderas causas son sencillamente la falta de inteligencia, de amor o de voluntad. Esa es la manera de ver las cosas de un Iniciado. Sabe que no hay que buscar las razones en el mundo exterior, sino en la vida interior del hombre, en la que ha permitido que se instalara el desorden. Por ello su primer trabajo es el de adquirir nuevos criterios para ver claramente las causas de los propios problemas. Sólo con esta condición será capaz de resolverlos.
Omraam Mikhaël Aïvanhov.