La perfección.

Muchas personas, cuando escuchan la palabra perfección, se desaniman. ¿Cómo realizarás la perfección? Esto depende de la comprensión que tengas.

¿Cuándo podemos decir que una casa está terminada? Cuando está revocada y pintada por dentro y por fuera; cuando está limpia y dispuesta para ser habitada. Del mismo modo, el hombre puede llegar a la perfección luego de haber obtenido conocimiento y libertad, amor, sabiduría y verdad.

Alguien puede pensar que alcanzando la perfección ya no trabajará más, pero no es así. Justamente, quien es perfecto, tiene más trabajo que nadie. Cuando acudas en ayuda de la humanidad, comprobarás hasta dónde has llegado y qué es lo que te hace falta alcanzar todavía.

La perfección en la Tierra, en el sentido absoluto de la palabra, no existe. El perfecto tiene los ojos abiertos; pero, aún así, te dirá, como dijo San Pablo: «Algo sabemos y algo filosofamos».

La perfección no es un proceso mecánico. Tú puedes decir: «Yo quiero que se me abran los ojos, quiero ser perfecto». Eso es posible, pero abrir los ojos, en el más amplio sentido de tales palabras, comprende un intenso trabajo interior.

Jesús dijo a la Samaritana: «Sirve a Dios en Espíritu y Verdad». Esto significa vincularse con Dios. Sin este vínculo, nada podrás alcanzar. ¿Puede el hombre ser perfecto como perfecto es Dios? Si tú te quedas solamente con tus pensamientos, con tu propia fuerza, nunca llegarás a ser perfecto; pero, junto con Dios, alcanzarás la perfección. Por ahora, Dios se manifiesta mediante el hombre, pero aún no vive en el hombre.

Beinsa Douno.

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