La mejor manera de entrar en contacto con el mundo de arriba es a través de la oración.
Cristo dice: «Lo que pidas en mi nombre, lo recibirás.» Pero, ¿cómo se llama ese nombre? ¡En nombre del bien, del amor!
No es fácil salir del pantano de la vida material en el que estamos inmersos; para hacer esto, debemos pedir la ayuda de Dios y de los seres avanzados a través de la oración.
Para hacer frente a las dificultades y a las contradicciones que encontramos en el entorno que nos rodea, necesitamos una fe fuerte y una conexión continua con la luz y el amor del mundo superior.
La verdadera oración es una expresión interior gozosa de agradecimiento y amor.
Para prepararte para la oración, olvidando todo lo demás, concéntrate en lo sublime que piensas. La concentración es un acto de la voluntad del cerebro.
Solo, en un lugar tranquilo, con total calma, establece tu vínculo con Dios, con amor universal; luego regresa con tus seres queridos y los que te rodean a la vida cotidiana.
La meditación no es un proceso mecánico; debe estar sostenida por la pureza absoluta de pensamientos y sentimientos.
La influencia del entorno en el que estamos inmersos se manifiesta de diferentes maneras; si no actúa desde el exterior, ataca nuestro interior y la dificultad de liberarnos es mayor. La tensión, el desánimo que a menudo nos abruma provienen de las influencias de la materia que nos encarcela; la única manera de liberarnos de ella es la oración y la meditación. Durante la meditación, ten cuidado de que todas las puertas del mundo exterior estén cerradas y que tu pensamiento y tu corazón estén completamente libres de todo lo que te ha agitado y preocupado.
A través de la oración y la meditación, recibimos la luz necesaria para entender bien las cosas, para llevar a cabo mejor nuestras tareas. Por lo tanto, nuestra obra interior de desarrollo debe ser apoyada por la oración a través de la cual nos unimos a seres que siempre pueden ayudarnos. Sin su apoyo, no podemos hacer nada bueno.
Beinsa Douno.
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