El hombre se inclina a buscar la brillantez exterior, a querer a ocupar un lugar prominente en la sociedad, a ser admirado. Esta es una tendencia negativa que es un obstáculo importante para su progreso evolutivo.
El amor que los hombres de hoy muestran no es amor verdadero, porque les falta una base sólida para ellos: la humildad. Sólo cuando la han adquirido, el cielo permitirá que el poderoso flujo del amor divino, el amor universal eterno e inalterable pase a través de ellos. Gracias a ella, finalmente podrán desarrollarse y manifestar lo mejor de sí mismos.
Frente a los ambiciosos, los orgullosos, el cielo está en silencio. Así, la humildad es la base de todas las adquisiciones más altas de la vida humana. Si les dicen palabras halagadoras, si son alabados, tengan cuidado de que estas alabanzas no penetren en su conciencia y le hagan pensar que el bien, lo bello o lo bueno que pueden haberse manifestado con su propio trabajo. Sepan que la vanidad es la tumba del pensamiento y el carácter justos del verdadero hombre.
Algunos desean ser conocidos, alabados, felicitados por su obra o acciones, pero lo importante es que sienten, en su corazón, la aprobación y el aliento del Señor. Puedes parecer un ángel del cielo, pero recuerda que estás en la tierra, dotado de un cuerpo de carne, ¡y la materia se opone al espíritu! Así que sé humilde. De Cristo se dice: “¡Cuando se sintió en la forma de un hombre, se hizo humilde!”.
El hombre sabio no anda por la cima; sin embargo, si se le pide su opinión, lo da con reflexión y franqueza, con respeto y cortesía a todos.
La humildad es la mejor manera de recibir bendiciones divinas. Imagínese dos platos: el primero colocado de una manera justa en la mesa, y el segundo al revés. El primero sostiene lo que se le ponga, pero lo que vierte en el otro se extiende por todas partes. El hombre humilde es similar al primer plato; el orgulloso se parece al segundo. La humildad nos permite recibir las energías positivas, necesarias para toda obra efectiva, que emana de los mundos elevados, del inmenso universo; por eso es el mejor camino hacia la elevación, hasta el florecimiento de los dones y posibilidades de la nueva vida. Con un bajo gasto energético, el ser humilde puede realizar tareas difíciles y arduas. La humildad es la madre de todo conocimiento, de todo trabajo positivo.
Beinsa Douno.